Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 27 de julio de 2011
El debate es muy viejo, e inevitablemente polémico: ¿son ciencias las ciencias sociales? ¿Son tan “científicas” como las ciencias naturales? ¿Quién decide, a fin de cuentas, qué es científico y qué no?
La diferencia no estriba, como muchos piensan, en la metodología que cada tipo de ciencias utiliza: las ciencias sociales pueden ser tan matemáticas, sistemáticas y rigurosas como sus primas “duras”, y en muchos casos incluso pueden hacer experimentos.
La diferencia radica, creo, en otra cosa: su objeto de estudio. Las ciencias naturales estudian, obviamente, la naturaleza, es decir, el universo físico que nos rodea (y excluyen, por definición y por necesidad metodológica, el estudio de lo sobrenatural). Las ciencias sociales, en cambio, estudian las sociedades. Y he aquí el problema, porque al ser el humano elemento central de toda sociedad, y al mismo tiempo quien la estudia, el problema de separar a estudioso y estudiado se vuelve muy complicado.
Un ejemplo sencillo es el de un antropólogo que va a estudiar alguna tribu exótica (¡por ejemplo, la de los científicos!). ¿Cómo hacer para evitar que su sola presencia altere la forma “normal” de comportarse de sus sujetos de estudio, haciendo que el resultado de su investigación se vea sesgado?
Un caso más sugestivo lo muestra mi colega columnista Carlos Mota –incansable y más que entusiasta defensor del capitalismo, el liberalismo económico y las empresas– en su columna de ayer en Milenio Diario.
Hablando de la crisis financiera de Portugal, y de cómo la agencia Moody’s calificó de “basura” los bonos de deuda emitidos por esta nación, Mota critica que el ministro de finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, dijera que Moody’s, junto con Standard & Poor’s y Fitch, las otras dos grandes NRSROs estadounidenses (Nationally Recognized Statistical Rating Organizations, Organizaciones Calificadoras Estadísticas Nacionalmente Reconocidas, o simplemente “agencias calificadoras”) forman parte de un “oligopolio” que “debe romperse”. “Schäuble estaba molesto”, comenta Mota, “porque Moody’s bajó la calificación de deuda a Portugal, lo que inyectó ‘estrés’ de nueva cuenta en la zona euro”.
“Las estrictas metodologías de evaluación de las agencias son ampliamente respetadas”, añade Mota, y a continuación pregunta, socarrón: “¿O qué? ¿Si rompemos el oligopolio y una nueva agencia califica mejor la deuda de Portugal, ese país sí pagará sus deudas?”.
Quizá la cosa no sea tan sencilla, pero es claro que las evaluaciones de las agencias calificadoras sí tienen el poder de afectar decisivamente la economía de las naciones calificadas. Así como el mero rumor de una posible devaluación puede causar que ésta ocurra (el ejemplo clásico de una “profecía autocumplida", y no por magia, sino porque el rumor puede hacer que los inversionistas saquen su dinero del país, precipitando la devaluación), una calificación negativa de deuda puede precipitar que una nación caiga en la insolvencia, al dificultar que encuentre apoyo de inversionistas. “Los anuncios de Moody's sobre posible o real rebaja de calificación de los bonos de un país puede tener un gran impacto político y económico, como por ejemplo en Canadá en 1995”, sentencia la Wikipedia.
El problema es que a diferencia de la naturaleza, que no cambia según nuestras creencias o deseos, y que por ello puede estudiarse con cierta aspiración de objetividad, los sistemas sociales son fuertemente influidos por lo que creemos, pensamos, decimos o hacemos con respecto a ellos.
No dudo que las ciencias sociales sean tan “ciencias” como las naturales. Pero es claro que se trata de un tipo de ciencias muy distinto… y mucho más difícil de estudiar.
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