Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 12 de noviembre de 2014
La semana pasada hablé aquí sobre la película Interestelar, de Christopher Nolan, sin haberla visto. O más bien, de cómo la colaboración del físico Kip Thorne le permitió presentar la visualización de un hoyo negro más precisa hasta hoy.
Ahora puedo decir que ya la vi. Y que me encantó. La encontré absorbente, inteligente, provocativa, asombrosa, emocionante. Me hizo recordar otras grandes cintas como, por supuesto, 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick (a la que hay varios guiños), Contacto, basada en la novela de Carl Sagan, y otras.
Y sin embargo, hay grandes discrepancias en las opiniones tanto de amigos como de críticos respecto a la película. Hay fundamentalmente tres grupos: aquellos que no saben mucho de ciencia ni son fans de la ciencia ficción, y que hallaron la cinta larga (casi tres horas), tediosa y sin sentido. Otros, como yo, que hallamos muchos motivos de gozo y maravilla en ella. Y finalmente, los que la consideran una pésima, malísima película (entre ellos Phil Plait –autor del popular blog Bad astronomy– en la revista web Slate, y Annalee Newitz, en io9.com). Me interesa comentar algunos de sus argumentos.
La ciencia ficción, como se sabe, mezcla conocimiento científico válido con una narrativa ficticia. La hay muy rigurosa, que presenta ciencia muy precisa, y otra que se toma libertades enormes, al grado de ser casi fantasía. Pero no hay ciencia ficción que no simplifique, distorsione o manipule la ciencia.
Varios de los quejosos reclaman la presencia de numerosos errores e inexactitudes científicas en Interestelar. Quizá el más mencionado es la presencia de un planeta que gira alrededor de un inmenso hoyo negro; planeta al que descienden los protagonistas y en el que, se nos explica, “cada hora equivale a siete años en la Tierra”. Plait y otros afirmaron en sus reseñas que tal cosa era imposible, pues para que hubiera una distorsión del espaciotiempo que causara tal retraso se necesitaría que el planeta estuviera tan cerca del hoyo negro que resultaría despedazado por las fuerzas de marea. Sin embargo, posteriormente Plait tuvo que publicar una retractación, pues no tomó en cuenta que, como se explica en la película, el hoyo negro no es estático, sino que gira rápidamente, lo cual cambia la física del sistema y podría permitir la existencia del planeta.
Se ha criticado también la presencia de otro planeta cubierto de agua que presenta olas descomunales. En realidad, un planeta así cerca de un hoyo negro habría dejado de tener rotación y la marea en él sería estacionaria: no habría olas. Otras críticas retoman errores tan graves o tan nimios como que el disco de acreción alrededor del hoyo negro debería ser tan caliente (millones de grados) que vaporizaría todo lo que entra en él; que al caer en el hoyo el protagonista debería estirarse como un espagueti, o que el viaje a Saturno en dos años es demasiado corto.
Por otro lado, hay también duras críticas a la idea, presentada como una de las claves de la cinta, de que el amor es una especie de “fuerza” que puede trascender al tiempo y el espacio. Lo cual es, por supuesto, sólo una tontería (“confunde la física con la metafísica”, “borra la línea entre ciencia y espiritualidad”, acusa Newitz).
¿Son justas estas críticas? Sí y no. Sí, si se esperaba que la cinta presentara ciencia con un alto nivel de fidelidad. No, si se acepta que se trata de una ficción, que no funcionaría sin ciertas pequeñas o grandes concesiones. En mi opinión, Plait y los que opinan como él yerran al exigir demasiada precisión científica en una cinta de ficción (no olvidemos que, para ser eficaz, la ficción requiere de una “suspensión de la incredulidad” por parte del espectador). Newitz se queja de que los ciudadanos necesitan saber más ciencia, para defenderla ante ataques de seudocientíficos y de políticos que recortan sus presupuestos, y que Interestelar desinforma y confunde a la gente. En una reseña un poco más amable, el astrofísico Roberto Trotta comenta que “esperaba más ciencia, y menos ciencia ficción”. Pero ¡se trata de ficción, no de un documental de ciencia!
Cierto, los reseñistas también comentan los aciertos de la cinta: la representación del hoyo negro y del agujero de gusano, ambas excelentes; las perspectivas desde la nave, el creíble escenario de la Tierra asolada por el cambio climático, la representación del teseracto en que el tiempo aparece como una dimensión del espacio, y otros. Yo en lo particular disfruté las propuestas de robots distintos a lo acostumbrado, y sin embargo plausibles y originales. Ver los efectos de la dilatación del tiempo de manera tan impactante. Compartir la angustia de los científicos, impotentes para hallar soluciones fáciles y enfrentados a conflictos éticos.
Pero sobre todo, y al contrario de Phil Plait, quien se enfocó, además de los errores científicos, en que los diálogos son tediosos y “la historia está mal contada”, yo me maravillé ante una cinta que despliega la magnífica imagen de la naturaleza que nos ofrece la ciencia, que nos pide no olvidar que si la humanidad tiene alguna esperanza de sobrevivir es sólo si sale de su nido terrestre, y que explora las complejidades de los sentimientos y comportamientos humanos en situaciones extremas.
Como paradójicamente dice Plait, “La ciencia sin una buena historia es un artículo de enciclopedia. Una buena historia con mala ciencia es… una buena historia”.
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6 comentarios:
Maravillosa. Creo que no se tanto de física como para odiarla (a mis amigos físicos no les gustó mucho. Hay que verla hasta el final para entender los motivos y aparentes fallos en el plan, el plan B se me hacía súper tonto al principio, bueno también el plan A, era mas fácil simplemente mandar a los robots y que ellos exploraran (SPOILER: ¡¡Robromance!!)
Me recordó aquello que los poetas son para Platón: gente que puede decir la verdad pero no está comprometida con ella y por eso hay que desterrarlos de la ciudad. Y parecería que eso mismo es la ciencia ficción es para algunos científicos. Debería estar muy claro que a un obra de ciencia ficción no se le puede exigir igual que a una obra de comunicación de la ciencia, ni siquiera de divulgación de la ciencia. Nada peor que fanáticos aferrados de la ciencia... y los de la ciencia ficción también.
Por otro lado, si la idea del amor como "fuerza" que trasciende el espacio y el tiempo es considerada una idea (o tontería) metafísica, mucho me temo que tengan una idea extraña de lo que es la metafísica.
Ese cuestionamiento lo aborda el personaje Mann (Matt Damon) quien dice que es necesario el acompañamiento humano porque los robots no sienten miedo, ese miedo que en situaciones extremas saca de cada persona el instinto de supervivencia.
Me encantó la peliculo, la veo como pelicula de culto en el futuro y como tantas pelis de culto encanta o es odiada a partes iguales, la veré muchas veces, me hace mucha gracia a las legiones de criticos que critican que la pelicula no es realista, imagino que la guerra de las galaxias si lo será ¿verdad?, me pregunto cual será real, acaso los mismos cientificos lo saben, ¿saben los cientificos que hay mas allá del horizonte de sucesos?, me parto de la risa viendo criticar lo cientifico de la pelicula, personalmente me da igual, cuenta su realidad y me encanta, saludos.
creo que el mayor problema es el exceso de orgullo del señor nolan, la pelicula fue vendida como la exactitud de la teoria astrofisica, y no es asi. es en realidad un fraude bien disfrazado y seguido por su monton de acolitos
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