miércoles, 17 de junio de 2015

Muerte por tuiter

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 17 de junio de 2015

Sir Timothy Hunt
Las redes sociales son algo que nunca antes había existido en la historia de la humanidad. Son, como he dicho en otras ocasiones, lo más parecido que tenemos a la telepatía: comunicación instantánea (a veces tan instantánea que tuiteamos o publicamos antes de pensar), sin filtros y de largo alcance… y que puede salirse de control y volverse “viral”.

Todo eso las hace tan poderosas como peligrosas: han ayudado a organizar revoluciones, a lograr que funcionarios abusivos pierdan su puesto, o a que candidatos ganen elecciones. Han catapultado a la fama a borrachos ridículos, o han acabado con las reputaciones de personajes famosos. Actualmente, no saber cómo usar –y lo más importante, como no usar– Facebook o Tuiter es tan riesgoso como tomar el volante de un auto sin saber conducir.

La semana pasada el mundo científico se estremeció por un nuevo escándalo tuitero: durante la IX Conferencia Mundial sobre Periodismo Científico en Seúl, Corea del Sur, el premio Nobel Tim Hunt, quien participaba en una sesión sobre mujeres en ciencia, tuvo la pésima idea de comenzar con lo que él consideraba una buena broma: “Déjenme contarles cuál es mi problema con las mujeres. Cuando uno comparte laboratorio con ellas, ocurren tres cosas: se enamoran de ti, te enamoras de ellas, y si las criticas, lloran”.

Aparte de ser tan increíblemente tonto (hasta su esposa está de acuerdo con eso) de decir algo así, Hunt olvidó también que estaba ante una audiencia de científicas y periodistas. Inmediatamente, algunas tuitearon el comentario del Nobel, que les pareció de un increíble mal gusto.

Lo que siguió era predecible: la noticia se hizo viral; surgieron comentarios exagerados y extremos al respecto; llegó a los medios de comunicación –que comenzaron a buscar a Hunt antes de que tomara el avión de regreso a su natal Inglaterra– y apareció al día siguiente en la prensa de todo el mundo. Uno más de los escándalos de las redes sociales, más suculento por provenir del mundo de la ciencia. Lo peor fue que la primera reacción de Hunt, tras disculparse, obviamente, fue insistir en su postura, aclarando que "sólo intentaba ser honesto".

Precaución: prohibido
enamorarse o llorar
en el laboratorio
Las burlas, críticas y ataques sangrientos no se hicieron esperar. Incluso surgió una ingeniosa campaña en Tuiter, llamada #DistractinglySexy (“TanSexyQueDistraigo), en que científicas publicaban fotos con vestimenta y equipo de laboratorio, o realizando labores que pueden describirse como todo menos sexys, para mostrar lo ridículo de lo dicho por Hunt. Lo terrible fue que también hubo graves consecuencias en el mundo real. La universidad donde Hunt era investigador honorario, el University College de Londres, le pidió presentar su renuncia inmediata, o sería despedido. De igual forma, el Consejo Europeo de Investigación, al que Hunt le había dedicado años de trabajo (incluso dejó la investigación para ayudar en sus labores de promoción de la ciencia europea) lo obligó a abandonar el comité científico del que formaba parte. Tuvo también que renunciar al comité de premios en ciencias biológicas de la Royal Society, de la que es miembro.

Con su reputación en ruinas Hunt, de 72 años, se considera “acabado”. “Me arrojaron a los leones, sin siquiera preguntarme mi versión de los hechos; es absolutamente inaceptable”, se lamenta.

Creo que hay varios ingredientes que se combinaron para provocar lo ocurrido. Uno es la imprudencia de Hunt, que recuerda a Sheldon Cooper, el personaje de la serie La teoría del Big Bang. El segundo es el salvaje poder de las redes sociales para difundir e inflar un incidente criticable hasta sacarlo de toda proporción, presentándolo como algo monstruoso y provocando reacciones exageradas. El tercero es la corrección política convertida en absurdo, quizá combinada con un feminismo radical que lleva la valiosa lucha contra la discriminación sexista a extremos que rozan la intolerancia. Y finalmente, está el interés de las instituciones científicas por proteger su reputación por encima de las de sus miembros, sin ofrecerles protección –como hubiera sido de esperar– ni considerar el daño que puedan causarles.

Afortunadamente, después de la inicial ola de condena unánime, ha comenzado a haber una reacción: varias científicas famosas han salido en defensa de Hunt, quien ganó el Nobel de Fisiología en 2001 por el descubrimiento de las ciclinas, proteínas que controlan el ciclo en el que las células crecen y se dividen. El investigador, afirman, no es el “cerdo sexista” que presentaron las redes sociales, sino una persona amable y solidaria, que ha promovido la carrera de muchas jóvenes científicas (eso sí: su esposa, en entrevista, aclara que tiene un humor difícil de entender y tiende a ser imprudente con lo que dice). Por su parte el alcalde de Londres, Boris Johnson, ha pedido que se le reinstale en el University College y la Royal Society.

Pero la polémica sigue. El biólogo y bloguero científico Michael Eisen afirma que Hunt y él coincidieron, un mes antes del incidente de Seúl, en una reunión de investigadores de la India, donde estuvieron presentes en una sesión sobre los retos que enfrentan las mujeres para sobrevivir en una carrera científica. Era imposible, dice Eisen, que Hunt no se hubiera dado cuenta, oyendo los perturbadores testimonios de discriminación, acoso y hasta agresión sexual, de lo grave que puede ser el sexismo en ciencia. Por ello, argumenta que no se puede simplemente perdonar a Hunt y olvidar lo que dijo.

Sin embargo, el propio Eisen se contradice en otro texto de su blog, donde cuenta cómo su propio padre, un investigador científico, fue hostilizado cuando se descubrió que un colaborador del laboratorio a su cargo había cometido fraude en una investigación. Al no resistir la presión social, el padre de Eisen, aun cuando no era culpable del fraude, terminó suicidándose. “Las cacerías de brujas son injustas, y pueden matar”, concluye.

Hay otros casos de científicos notables que han dicho graves tonterías en público y han sido a continuación denostados y linchados, lo que ha terminado con sus carreras. Le ocurrió en 2007 al también premio Nobel James Watson, cuando hizo la lamentable declaración de que había evidencia de que la inteligencia de los negros era menor que la de los caucásicos, y que había que “tomar esto en cuenta para tratarlos con justicia”.

Como comenta Kevin Drum en la revista Mother Jones respecto al caso de Hunt, “las redes sociales se han convertido en una máquina de indignación”; que “nos hace pedir la pena de muerte cada vez que alguien dice algo desagradable. Uno de estos –añade– días vamos a tener que encontrar la forma de manejar adecuadamente asuntos como éste, en función de su impacto e importancia reales, no de su capacidad para generar clics en Facebook. Vamos a tener que madurar”.

Su postura coincide con la del novelista y semiólogo italiano Umberto Eco, quien hace unos días, al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad de Turín, afirmó: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas, que antes hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad, y eran silenciados rápidamente. Ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios. El drama de internet es que ha promovido al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”.

Independientemente de la capacidad de los científicos para meterse en problemas por decir imprudencias en público, ¿vamos a esperar a que ocurra el primer suicidio de un investigador víctima del bullying en tuiter?

¿Te gustó?
Compártelo en Twitter:
Compártelo en Facebook:

Contacto: mbonfil@unam.mx

Para recibir La ciencia por gusto cada semana
por correo electrónico, ¡suscríbete aqui!

7 comentarios:

Lydia Alvarez dijo...

¿Porqué cuando una persona (como Michael Eisen) trata de discutir dos aspectos igualmente válidos de una cuestión se dice que “se contradice”?

Yo vi muchos, muchísimos twits ridiculizando los comentarios de Tim Hunt. La mayoría eran en broma, la misma moneda en la que él asegura que los emitió. Por otro lado, aunque no dudo que puedan existir, no vi ningún twit pidiendo su cabeza.

Un detalle que se ha omitido en esta cuestión es que el verdadero empleo de Tim Hunt (verdadero = donde tiene su laboratorio, da clases y cobra un cheque), es el Instituto Francis Crick. Tim Hunt mantiene su puesto de profesor emérito en ese lugar y no veo a nadie pidiendo que eso cambie.

Como ya se dijo, su afiliación al University College of London era puramente honoraria. Los puestos en la European Research Council y la Royal Society of London eran como miembro de comités, y los comités son, por buenas razones, rotativos.

En cualquier caso, si el University College of London cometió un error al retirarle su afiliación ,¿porqué no criticar al University College of London? ¿Por qué decir que la culpa es “de Twitter” y no del tonto que toma decisiones en base a lo que se vuelve viral en Twitter?

Entiendo que Tim Hunt esté muy triste por lo que pasó y que se sienta descalificado por tantas instituciones y por tanta atención negativa, pero una persona con afiliación al Instituto Francis Crick está muy lejos de estar “destruido”.

Yo también me voy a contradecir.

¿Me molestaron los comentarios? Sí

¿Me agradó que fueran reprobados públicamente? Sí

¿Debería Tim Hunt perder sus puestos honorarios o membresías de comité? Me da igual.

¿Debería Tim Hunt perder su puesto como profesor emérito en el Instituto Francis Crick? ¡Por supuesto que no! ¡Ese es su trabajo de verdad y lo hace muy bien! ¡Hasta ganó un premio Nobel!

¿Está bien que Twitter mate a Tim Hunt? Twitter no es una entidad física y Tim Hunt no está muerto.

Son Tim Hunt y sus defensores los que estan sobrerreaccionando, no "Twitter".

http://www.crick.ac.uk/research/a-z-researchers/emeritus-scientists/tim-hunt/

Anónimo dijo...

Coincido con usted Lydia, estoy muy lejos de ser científica aunque me emociono cuando encuentro que lo que leo me lleva a razonamientos que antes no tenía. Lo que mencionó Tim Hunt, -a quién ni conocía antes de su desafortunado comentario- me molestó y lo atribuyo a esa pesadez que quizá les significa a algunos hombres -espero no a todos-, ver a las mujeres en forma diferente, equitativa, -no igual porque no lo somos-, seguramente ya "aprendió" su lección y de la formá más terrible, ojalá que ahora no solo cuide lo que dice, sino, que vea a sus colegas científicas de manera diferente. Lo bueno es que todos los días sale el sol.

Miguel dijo...

El problema menor, como apunta Lydia, es que hay mucho tonto escribiendo en las redes. El problema mayor es que hay mucho tonto leyendo en las redes. En España tenemos estos días ejemplos de cargos públicos defenestrados por comentarios más o memos desafortunados, mientras otros cargos salen impunes de sus fechorías en el mundo real.

Anónimo dijo...

A mi si me gustaría ver la muerte como "intelectual" de Eco, con todo gusto.

Anónimo dijo...

"Rayan en la intolerancia" y comentario de Eco: una muestra de la contradicción?

Anónimo dijo...

No te preocupes Martín, como siempre el Partido Verde cumple y ya se ha puesto a trabajar en una iniciativa de ley que, si llega al plano internacional (cosa muy probable), le callará la boca a toda esa horda de científicas feministas resentidas cuyo trabajo no ha contribuido nada a la ciencia.
Aquí la noticia:
http://www.eluniversal.com.mx/estados/2015/pide-legisladora-castigar-memes-difamatorios-en-sonora-1108521.html

Martín Bonfil Olivera dijo...

Lo malo de los comentarios anónimos es que no sabe uno si está hablando con una persona o con varias...