Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 23 de julio de 2017
Publicado en Milenio Diario, 23 de julio de 2017
La semana pasada presenté en este espacio un comentario sobre el calentamiento global y el cambio climático que trae aparejado, y los describí como “la más grande amenaza para la supervivencia humana”.
En respuesta, más de un lector me acusó de estar propagando una falsedad, e incluso de promover “una nueva religión”. Y es que el tema, a pesar de lo que pudiera pensarse, es polémico.
Hay mucha gente en el mundo –entre ellos, por supuesto, Donald Trump– que dudan de la veracidad de los datos que indican que el calentamiento global es un fenómeno real, o no están convencidos de que sea producto de la actividad humana (la emisión de gases de invernadero producto de la quema de combustibles fósiles), sino que creen que forma parte de los ciclos naturales del sistema Tierra-Sol.
Como consecuencia, niegan sus riesgos (o afirman que es inútil tomar medidas para tratar de mitigarlos), a pesar de la cada vez más clara evidencia que se va acumulando. Estos “escépticos” (o, más adecuadamente, en mi opinión, negacionistas) del cambio climático afirman, para explicar que la inmensa mayoría de los expertos en clima estén de acuerdo en que el riesgo es real (con datos, análisis detallados y modelos complejos que sustentan su opinión), que existe una especie de complot global, organizado quizá por “países enemigos del mundo libre” como China, para propagar la versión oficial. El objetivo de esta conspiración mundial sería perjudicar la economía de los países altamente industrializados –o, en una versión alterna, la de los países emergentes–, que se verían obligados a tomar medidas de alto costo para reducir la emisión de gases de invernadero.
El problema es que, al discutir sobre el asunto, quienes niegan el cambio climático descalifican la validez del conocimiento científico que es dado por bueno por la gran mayoría de los expertos, los cuerpos colegiados internacionales –como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático– así como la gran mayoría de los países que han firmado compromisos como el Acuerdo de París.
Surgen entonces las discusiones sobre lo que es “verdad” en ciencia: cada bando afirma que la verdad está de su lado, y se niega aceptar los datos, interpretaciones, argumentos y conclusiones de sus adversarios. La discusión puede, de este modo, empantanarse y volverse interminable.
No sirve de mucho especular sobre las razones ideológicas, psicológicas o los intereses que pueden estar detrás de las opiniones de los negacionistas del cambio climático. (Aunque tienden a ser personas que consideran la libertad –sobre todo la de mercado– como valor supremo, y suelen estar relacionados con el mundo de las finanzas y los negocios.)
Pero parte del problema es la visión relativamente ingenua que normalmente tenemos de la ciencia. O más precisamente, del método que los científicos usan para producir conocimiento científico confiable. Se nos enseña desde la primaria que los científicos observan objetivamente, sin prejuicios ni preconcepciones, la realidad, y que hacen experimentos, y a partir de ello formulan hipótesis que expliquen lo observado. Luego someten a prueba, con más experimentos, dichas hipótesis, y si nada parece contradecirlas, las aceptan como verdaderas. (Una versión ligeramente más refinada nos dice que los científicos sólo aceptan sus hipótesis y teorías como probablemente verdaderas, las siguen sometiendo a prueba y están siempre listos a desecharlas y sustituirlas por hipótesis mejores en cuanto surjan datos que las refuten.) Finalmente, plasman sus conclusiones en artículos científicos que son enviados a revistas arbitradas, donde sus datos y argumentos son examinados por expertos, y sólo si pasan este control de calidad son publicados y pasan a ser considerados como ciencia legítima. O, en la versión ingenua que es tan popular, como “verdad científica”.
Sin embargo, lo que casi nunca se nos dice es que el quehacer científico no se limita al laboratorio ni termina con la publicación de artículos. Gran parte de la ciencia consiste en la discusión, sistemática, crítica y racional, de los datos, los modelos y las interpretaciones científicas. Una discusión continua, que va desde el momento en que se inicia una investigación hasta mucho después de haber sido publicada.
Y tampoco suele decirse que en ciencia el concepto de “verdad” no tiene mucho sentido: lo que se obtiene por este complejo proceso (presentado aquí en forma enormemente simplificada) es simplemente conocimiento que representa, en un momento dado, y según la opinión calificada de la mayoría de los expertos en un campo, la visión más confiable de lo que realmente ocurre en la naturaleza.
La idea de que la ciencia no produce verdades sino conocimiento útil y confiable –representaciones de lo que existe ahí afuera– y que el criterio para evaluar su validez no son tanto los datos sino el consenso de la comunidad de expertos calificados en el tema del que se trate, es indispensable para entender las interminables discusiones sobre temas polémicos como el cambio climático y otros. Vacunas, VIH/sida, visitantes alienígenas de otros mundos: en todos los casos, la ciencia no ofrece certezas absolutas, sino conocimiento avalado, con base en la evidencia y los argumentos disponibles (incluyendo la aplicación del conocimiento para hacer predicciones), por el consenso de la comunidad científica. (Ésta es, de paso, una de las características que dan a las ciencias naturales su inmenso prestigio: pocas disciplinas logran generar consensos tan generalizados, y por tanto tan confiables, entre sus expertos.)
Existen verdaderas polémicas científicas, en que las opiniones de los especialistas están divididas. Pero con el tiempo y la acumulación de pruebas, muchas veces se van resolviendo para generar consensos mayoritarios. Eso ocurrió precisamente con las teorías sobre el cambio climático, considerado probable hace unos 20 años, y algo prácticamente seguro hoy. Los movimientos negacionistas, en cambio, insisten en presentar como debates aún no resueltos temas que los expertos ya no discuten desde hace años.
En particular, el papel de los periodistas y comunicadores de la ciencia, como quien esto escribe, no es juzgar las disputas científicas ni calificar quién tiene la razón en este tipo de polémicas, sino presentar a su público la ciencia más actual y confiable. Es decir, la que representa el consenso de la comunidad científica. Y, en el caso de polémicas ya superadas, como la del cambio climático, dejar claro que el negacionismo carece de sustento científico.
Todo mundo tiene derecho a su propia opinión, y a confiar en la información que le parezca más adecuada. Lo que no es válido es presentar como ciencia versiones que, aunque en un momento dado hayan sido plausibles, hoy ya han sido desechadas. Cuando se trata de temas donde ya existe un consenso científico amplio, seguir difundiendo opiniones minoritarias es, simplemente, desinformar.
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2 comentarios:
La verdad (científica o de otra índole) no depende de ningún consenso. Una verdad es verdadera independientemente de que todos estén a favor o en contra. Incluso, una afirmación puede ser verdadera aun cuando los argumentos que se esgriman para defenderla sean erróneos.
Actualmente se tiende a tildar fácilmente de "fanáticos", "negacionistas", "conspiranóicos", "retrógrados", y un largo etcétera a todos aquellos que no comulgan con las ideas en boga. Ridiculizando así a quienes esgrimen posiciones disidentes se descalifican también a priori sus razones sin antes analizarlas.
A continuación tres ejemplos de científicos exponiendo puntos en contra de la idea del cambio climático:
Ivar Giaever
https://www.youtube.com/watch?v=TCy_UOjEir0&t=24s
https://es.wikipedia.org/wiki/Ivar_Giaever
Judith Curry
https://www.youtube.com/watch?v=btpJYi42pko&t=3s
https://es.wikipedia.org/wiki/Judith_Curry
Jose Luis Mateos Trigos
https://www.youtube.com/watch?v=Rw9S-5Nvh98&t=68s
https://en.wikipedia.org/wiki/Jose_Luis_Mateos
Puede que tengan razón o estén equivocados, pero vale la pena escuchar voces contrarias a la tendencia general.
Recomiendo este otro vídeo (para quien quiera salir de dudas, es muy fácil buscar en interné el nombre de cada uno de los entrevistados para formarse un juicio sobre la seriedad de los mismos):
https://www.youtube.com/watch?v=E7Cz_8EssGs&list=PLGV8o2AYR4OP2DcXQ5carc4YGo4YjaYee&index=1
yo creo que hay algo muy importante que nunca escucho de quienes niegan el cambio climático: no creer que somos los causantes de este no quiere decir que la contaminación que generamos no tenga consecuencias, pueden preguntar en la ciudad de méxico y monterrey si la calidad del aire no afecta; y como "no hay certeza" de que seamos los causantes del cambio climático ¿debemos de seguir emitiendo CO2 sin preocupación? ¿deja de ser algo positivo invertir en energía sustentable?
las consecuencias de estar equivocado en una u otra situación son radicalmente diferentes. si no somos los causantes del calentamiento global, las cosas no van a empeorar si reducimos la contaminación y gases de efecto invernadero. si resulta que sí somos responsables de esto y no hacemos nada al respecto, las consecuencias pueden ser catastróficas.
y casualmente los más intersados en desmentir a la comunidad cientifica en este aspecto son los que se ve afectados sus ingresos, el dinero es muy mal consejero.
hasta ahi lo dejo porquye tengo que ponerme a trabajar.
saludos Martin
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