Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 8 de julio de 2018
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Pero, ¿quién se encarga de llevar la ciencia hasta el gran público? ¿Quién lo puede hacer más eficazmente? Desde la más remota antigüedad de los tiempos, la respuesta a estas preguntas se ha dividido en dos grandes bandos. Uno es el de quienes piensan que la elección óptima para comunicar ciencia deberían ser los expertos científicos, los investigadores que hacen la ciencia, y que por tanto la conocen a fondo y están enterados de los más novedosos detalles.
Pero comunicar la ciencia a un público no científico es una labor muy especializada, que enfrenta numerosos retos (el lenguaje especializado de la ciencia, el carácter abstracto de sus modelos, los peligros de sobresimplificar o exagerar sus logros, la facilidad con la que la información científica se puede distorsionar o malinterpretar, el riesgo de no disti`nguir entre ciencia legítima y charlatanería seudocientífica…). Por ello, quienes están en el otro bando opinan que esta labor debería ser llevada a cabo por profesionales, expertos en comunicación pública de la ciencia con una preparación específica.
En la realidad actual de México y del mundo, lo que ocurre es que hay una mezcla de ambos extremos. Como alguna vez dijera –en frase hoy célebre– el doctor Luis Estrada, pionero de la divulgación científica en México, lo ideal es que comunique la ciencia quien pueda hacerlo bien.
Al respecto, es interesante revisar los resultados de una encuesta que fue realizada entre junio y octubre de 2016 a los investigadores de los 26 Centros Conacyt, que se hallan en diversos Estados de la República. El estudio fue realizado por Daniela Tarhuni Navarro, del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM, en Mérida, Yucatán, y Noemí Sanz Merino, de la Universidad de las Islas Baleares, España, y fue publicado en junio pasado en la revista especializada Public Understanding of Science (Comprensión pública de la ciencia). Su objetivo era conocer las actitudes, percepciones, motivaciones, opiniones, interés y participación de los investigadores respecto a la divulgación científica (o comunicación pública de la ciencia, como también se la conoce).
Lo primero que llama la atención es la poca respuesta que obtuvieron: de más de 2 mil 400 investigadores en los campos de ciencias naturales, sociales y tecnología, sólo 167 (7 por ciento) respondieron la encuesta. Esto por sí mismo ya es un indicador de que probablemente los investigadores de los Centros Conacyt (y, por extensión, los científicos mexicanos) tienen poco interés en la comunicación pública de la ciencia.
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Hay mucho jugo que se le puede sacar a esta encuesta, pese a su limitado alcance (recomiendo el excelente reportaje de Cecilia Rosen sobre la misma, publicado en el portal SciDev.Net; o, si le interesa conocer el estudio completo, puede hallarlo aquí: bit.ly/2JnwBdU). Las autoras del estudio concluyen, entre otras cosas, que la falta de reconocimiento y apoyo que los investigadores reciben para realizar labores de divulgación científica son obstáculos para su participación en esta importante labor.
Durante el sexenio que termina, el Conacyt apoyó muy decididamente a la comunicación pública de la ciencia en México. Sería muy deseable que próximo gobierno mantenga e incremente este apoyo. No sólo para impulsar la participación de investigadores en la divulgación científica, sino también para continuar formando y dando oportunidades laborales a comunicadores profesionales de la ciencia. El país lo agradecerá.
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