martes, 1 de junio de 2004

Humanizar a los animales

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 1 de junio de 2004

Una de las características más inquietantes de la ciencia es su molesta tendencia a romper mitos y prejuicios. La astronomía nos ha mostrado que nuestro planeta no tiene un lugar especial en el universo; la física, que el sentido común frecuentemente nos engaña, como cuando creíamos que el espacio y el tiempo eran conceptos absolutos; la química, que no hay nada especial en la materia de la que estamos hechos los seres vivos. En el caso de la biología, la tendencia ha sido a mostrar que las fronteras que separan a los seres humanos del resto de los seres vivos son bastante arbitrarias.

Nadie discute hoy en día que los humanos somos animales. “Pero animales racionales”, se apresuran a añadir los recelosos. La realidad es que muchos animales exhiben comportamientos que sólo pueden explicarse por cierto tipo de razonamiento que es, en mayor o menor grado, racional. Incluso, hoy es ampliamente aceptado que muchos animales, principalmente simios pero incluso algunos cetáceos, como las ballenas, comparten información no codificada en sus genes que sólo puede calificarse como “cultural”. Claro que la “cultura animal” es relativamente simple, pero sólo difiere de la humana por una cuestión de grado, sin que haya una diferencia cualitativa entre ambas.

Como consecuencia de esto, hablar de los derechos de los animales es cada vez menos cuestión de compasión o sentimentalismo, y cada vez más asunto de simple justicia. En cierta medida, podría incluso hablarse de los “derechos humanos” de los animales.

El hecho no debería ser muy sorprendente. Después de todo, hasta hace relativamente pocos años se pensaba que los negros eran, si no una especie distinta de ser humano, al menos sí una variedad inferior, y tal argumento se utilizaba para negarles derechos que hoy consideramos fundamentales para toda persona, independientemente de sus características físicas. Hace sólo unos pocos siglos se discutía, también, si las mujeres o los indígenas americanos poseían o no un alma, y si se podía por tanto considerárseles realmente como humanos. El actual debate sobre la total igualdad de derechos para las minorías sexuales es sólo un paso más en el camino de derribar prejuicios sobre las “diferencias” entre personas, diferencias que, además de ser en un buen grado arbitrarias y artificiales, siempre acaban interpretándose como superioridad de algunos grupos sobre otros.

Dos notas recientes en los medios de comunicación muestran el avance en la otra rama del mismo camino, la de los derechos de los animales.

La primera se refiere a la decisión, recientemente tomada por las autoridades del Zoológico de Detroit, de liberar a sus elefantes Winky y Wanda en un santuario animal, debido a la artritis que padecían por su prolongado encierro.

Al parecer, los paquidermos necesitan ser libres para caminar por espacios extensos, y el área limitada de la que disponían en el zoológico (en cualquier zoológico) es insuficiente. Además, las condiciones de su cautiverio, a pesar de ser uno de los zoológicos más avanzados, les causaba otro tipo de alteraciones como estrés y comportamiento agresivo. Esto es debido a que los elefantes son criaturas muy inteligentes y sociables: comparten, según una nota de la agencia Reuters, características tan “humanas” como la amistad o el dolor por sus muertos; el cautiverio prolongado los afecta de manera similar como afectaría a un humano. Por ello, el zoológico de Detroit considera que, por motivos éticos, ningún zoológico debería tener elefantes. Su decisión quizá siente un precedente importante para evitar el sufrimiento y enfermedad a estos animales.

La segunda nota tiene que ver con la investigación científica: el gobierno de la Gran Bretaña, luego de una larga controversia sobre la utilización de animales de laboratorio por parte de empresas farmacéuticas, y de una racha de agresiones violentas por parte de activistas a favor de los derechos de los animales, ha decidido abandonar sus planes de construir en Cambridge un centro de investigación sobre primates (nuestros parientes más cercanos) e invertir en cambio en un nuevo centro que realizará investigación para hallar formas de reducir el número de animales usados en la experimentación y aumentar los estándares del cuidado que se les proporciona a los que se usan actualmente. En particular, se explorarán alternativas como la modelación por computadora, y el uso de voluntarios humanos (en investigaciones que no supongan un riesgo para la salud, claro) o de cultivos de células humanas.

A diferencia de lo que quizá suceda con los elefantes en los zoológicos, es muy poco probable que pueda prescindirse completamente de los animales para fines de investigación. Aunque el uso de animales para probar productos cosméticos puede verse como algo superfluo, la investigación médica es fundamental para salvar vidas humanas, y no toda puede hacerse usando las otras alternativas. En este caso, el bienestar de los humanos tendrá que ponerse por delante. (La posición contraria, por cierto, tampoco es totalmente defendible. Para ser coherentes, tendríamos que volvernos todos vegetarianos, opción que no es viable ni deseable.)

De cualquier modo, y aunque no podamos dejar de usar a los animales para beneficio humano, sí podemos reconocer que tienen derechos y esforzarnos para respetarlos al máximo. En este caso, al contrario de lo que piensan muchos radicales que culpan a la ciencia de deshumanizar a la sociedad, es el conocimiento científico el que nos está mostrando que entre humanos y animales no hay, realmente, diferencias esenciales.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ME ENCANTOO... ME AYUDO CON MI TAREA

Manuel Malvo dijo...

es el conocimiento científico el que nos está mostrando que entre humanos y animales no hay, realmente, diferencias esenciales.

Muy notable el artículo. Felicidades

Anónimo dijo...

Pero que les ocurre? ni siquiera podemos ser benéficos para nuestra especie y pretendemos ser los salvadores de otras especies(Que probablemente tienen un mejor sentido de supervivencia que nosotros ya que, a reserva de la caza que es vital para ellos, no se destruyen entre ellos)