Milenio Diario, 3 de enero de 2007
Dicen que los propósitos de año nuevo sólo sirven para causar remordimiento. Aun así, no está de más iniciar el año pensando cómo mejorar un poco nuestra vida.
El comentario de un lector respecto a lo dicho aquí la semana pasada sobre el documental La verdad incómoda, de Al Gore, me hace pensar en lo útil que sería reforzar un poco la dotación de escepticismo de todo ciudadano.
El lector se manifiesta incrédulo sobre los inminentes peligros del calentamiento global de los que alerta Gore. No le falta razón: hay evidencia que señala que no existe tal calentamiento; o que no es causado por el dióxido de carbono (CO2) liberado por la industria humana, sino parte de los ciclos normales del clima; o que la cuestión no puede decidirse porque no es posible medir con precisión la concentración de CO2 atmosférico.
En efecto, existe tal evidencia y hay unos cuantos expertos (y muchas industrias) dispuestos a apoyarla. El problema no es ése, sino que la evidencia contraria, que sostiene que el aumento de la concentración de CO2 es un hecho bien comprobado, que el calentamiento es un problema real y urgente, y que el segundo es consecuencia del primero, es mucho, mucho más abundante, y es aceptada prácticamente por la totalidad de la comunidad de expertos.
El escepticismo científico del lector, en este caso, no se sostiene ante el alud de evidencia. Pero existen muchos otros casos en que un sano escepticismo –no dogmático, sino informado: basado en las pruebas disponibles, y dispuesto a cambiar si la evidencia cambia– resulta indispensable.
Un ciudadano que no creyera ciegamente en las promesas de los candidatos a puestos públicos, sino que exigiera la evidencia que las sostiene, sería sin duda un mejor ciudadano, y ayudaría a construir una mejor democracia, menos basada en la propaganda.
Igualmente, una actitud escéptica evitaría que muchos siguieran siendo estafados por charlatanes como los que nos dicen que existen extraterrestres inteligentes (algo que muchos científicos creen posible), pero que además nos visitan constantemente montados en platillos voladores (algo inaceptable, en vista de la evidencia disponible).
Pongamos, pues, en nuestra lista de propósitos para 2007 un poco más de ese escepticismo informado que hace de la ciencia una herramienta tan poderosa para conocer, engañándonos lo menos posible, cómo son las cosas.
Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx
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