La polémica sobre la anticoncepción de emergencia sigue siendo noticia. A casi dos semanas de la publicación de la Norma Oficial Mexicana que regula esta técnica para que pueda ser ofrecida en forma segura y adecuada como parte de los servicios de salud, todo tipo de personas y organizaciones opuestas al control natal continúan haciendo declaraciones escandalizadas. (De hecho, la campaña contra la anticoncepción de emergencia ha resultado la mejor publicidad gratis para la técnica, como afirma Patricia Uribe, directora general del Centro Nacional de Equidad y Salud Reproductiva, Milenio Diario, 1º de febrero).
Para que el debate sea constructivo, conviene aclarar varios malentendidos. Hay dos muy comunes, que siguen presentes en los medios (yo caí en ellos en mi colaboración de la semana pasada, hecho que amablemente me hicieron notar los miembros del GIRE, Grupo de Información en Reproducción Elegida, lo cual agradezco). El primero es confundir la anticoncepción de emergencia con la llamada “píldora del día siguiente”. El segundo es afirmar que la anticoncepción de emergencia es “abortiva”.
Como afirma la propia Secretaría de Salud en su página web, la primera consiste en las hormonas llamadas progestinas, acompañadas o no de estrógenos, y tiene el efecto de impedir la liberación del óvulo desde el ovario, con lo que éste no llega a estar en contacto con el espermatozoide. Así, no puede decirse que la anticoncepción de emergencia sea abortiva, sino anticonceptiva.
En cambio, la píldora del día siguiente es un compuesto conocido como Ru 486, o mifepristona, que impide la acción de las progestinas. Es una “anti-progestina”, que efectivamente promueve un “microaborto”, al impedir la implantación del óvulo fecundado en el útero, o incluso provocando que se desprenda.
Casi todo el debate se ha enfocado en este punto: la discusión sobre si la anticoncepción de emergencia es “abortiva” o no. Curiosamente, uno de los puntos que nadie discute, y que es precisamente a lo que se enfocó mi anterior colaboración, es que en realidad no importa: un óvulo fecundado no es un ser humano, por lo que provocar su expulsión del útero no puede considerarse un “asesinato”, como tendenciosamente han afirmado las autoridades católicas.
La confusión que está en la base del debate probablemente sea irresoluble. Se centra el concepto de “esencia”, que muchos filósofos han ya desechado por carecer de sentido (excepto como metáfora). En este caso, se considera que la “esencia” humana existe en el óvulo desde el momento en que es fecundado. La jerarquía católica y los grupos que se oponen a la anticoncepción consideran que tal esencia –que equivale al “alma” inmortal– es lo que le otorga al óvulo fecundado plenos derechos humanos.
Una visión moderna, basada en la biología, no puede depender de la creencia en un alma. Más bien, considera que el ser humano es resultado de un proceso paulatino: se va construyendo, poco a poco, durante el proceso de diferenciación que sufre el óvulo fecundado al comenzar a dividirse.
En sus primeras etapas, cuando se divide en dos, cuatro, ocho... células idénticas, no hay nada que pueda considerarse “humano” (más allá de la información genética). El sistema nervioso funcional, que da sustento a la conciencia, función que nos define como individuos, tarda varios meses en aparecer. No hay una línea divisoria clara que separe lo “humano” de lo “no humano” (o de lo “todavía no humano”). El ser humano, sujeto de derechos y consideraciones morales, es algo que se va construyendo, desarrollando, gradualmente; no algo –o alguien– que aparezca de golpe.
La iglesia católica siempre ha tenido problemas con estas concepciones gradualistas, que niegan la existencia –nunca comprobada– de “esencias”. La teoría darwiniana de la evolución por selección natural es quizá el ejemplo más notable.
Lo más curioso es que, al oponerse a ultranza a todo tipo de anticoncepción, la iglesia está cayendo en posiciones francamente cómicas. Una es, desde luego, el amenazar con excomunión a todas las mujeres que recurran a la anticoncepción de emergencia (y no sólo a ellas, sino “a todos los médicos, legisladores y gobernantes que recurran o promuevan el uso de la píldora poscoital”). Otra es considerar, como han afirmado algunos prelados, que en el óvulo fecundado está ya toda la información necesaria para construir un ser humano, y que no es necesaria ya ninguna influencia del exterior. Al adoptar esta postura, están cayendo en un determinismo genético: creer que todo lo que define a un ser vivo –en este caso, un ser humano– es determinado por y sólo por los genes.
Sobra decir que esta postura ha sido ampliamente refutada por la biología moderna (Stephen Jay Gould, el famoso biólogo y divulgador científico, dedicó gran parte de sus escritos al tema). Todo ser vivo es resultado de la compleja interacción entre sus genes y el ambiente en que se expresan. ¿Estará la iglesia dispuesta a reducir al ser humano a un montón de genes, a cambio de oponerse a la anticoncepción de emergencia?
Por todo esto, y porque los opositores olvidan que la Norma Oficial aprobada por el gobierno no obliga a nadie a utilizar la anticoncepción de emergencia, me atrevo a recomendar lo siguiente: si no le convence, si tiene usted dilemas morales, si teme quedar excomulgad@, por favor, ¡no use la anticoncepción de emergencia! (Pero deje, eso sí, que los demás decidan de acuerdo con sus propias convicciones).
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