Martín Bonfil Olivera
publicado en Milenio Diario, 23 de marzo de 2004
Seguramente usted lo vio en las noticias: el pasado jueves 18, nuestro planeta se “salvó” de chocar contra un peligroso asteroide que por poquito nos pega. Deberíamos celebrarlo, ¿no? Podríamos decir que “volvimos a nacer”, como cuando alguien se libra de morir en algún accidente.
Pero claro, estoy exagerando... aunque hubo medios informativos que hicieron exactamente lo mismo, anunciando que el asteroide estuvo “a punto de chocar” con la tierra. E incluso los medios que no exageraron repitieron, uno tras otro, la nota difundida por las agencias noticiosas: “Un asteroide de 30 metros pasa cerca de la tierra”. ¿Es realmente importante esta noticia?
El asteroide en cuestión se llama 2004HF, pasó a 43 mil kilómetros de la tierra (mucho más cerca que la luna, que en promedio está a 384 mil kilómetros) y medía 32 metros. Puede no parecer muy grande, a menos que se tome en cuenta la velocidad con la que chocaría con nuestro planeta. 2004HF pasó volando a unos 8 kilómetros por segundo, o casi 29 mil kilómetros por hora (según informa un excelente reportaje de Arturo Barba en Reforma, 19 de marzo). Incluso después de haber sido frenada y desgastada por la fricción con nuestra atmósfera, una masa de ese tamaño habría tenido consecuencias. Aunque no sería nada comparado con aquel asteroide que, se supone, acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años, y que supuestamente medía unos 20 kilómetros de diámetro (aunque esa teoría está siendo cuestionada justo en este momento).
Pero para actuar como científicos, conviene no especular en el vacío y recurrir a datos precisos. Julia Espresate, astrónoma de la UNAM, entrevistada por Barba, nos da un punto de comparación: “el cráter de Arizona, de 1.5 kilómetros de diámetro, fue producido por un objeto de 10 metros, pero al entrar a la atmósfera debió ser más grande”, afirma.
Los astrónomos son muy conscientes del daño que un choque de asteroide podría causar. Hay ejemplos: hace casi 100 años, en 1908, uno estalló en la atmósfera sobre la región de Tunguska, Siberia. La onda de choque derribó todos los árboles en unos 200 kilómetros a la redonda (excepto los que estaban directamente debajo, que permanecieron, sorprendente pero no inexplicablemente, en pie).
Existen estimaciones del daño que puede causar un asteroide. Objetos de menos de 10 metros de diámetro y sólo unos kilos de peso simplemente se desintegran al ingresar a la atmósfera, dejando una estela brillante: las famosas estrellas fugaces. (Incluso hay “lluvias de estrellas” que se presentan cada año en fechas conocidas, cuando la órbita de la tierra cruza zonas del espacio donde hay meteoritos o sus fragmentos. Un ejemplo son las “leónidas”, que se presentan en noviembre. Es bonito pedir un deseo cuando se tiene la oportunidad de ver una estrella fugaz, aunque uno no crea en eso...)
Si un asteroide mide entre 10 y 100 metros y choca a unos 20 kilómetros por segundo, ocasionaría una explosión equivalente a 100 mil toneladas de TNT o 50 bombas atómicas como la de Hiroshima, informa Barba. Uno de mil metros tendría un millón de veces su poder explosivo, y podría destruir países enteros. Y uno de entre 1 y 5 kilómetros de diámetro podría afectar a todo el planeta, provocando un “invierno nuclear” (el oscurecimiento de la atmósfera por el polvo y cenizas levantados por la explosión), además de ondas sísmicas y marejadas. Todo ello podría provocar extinciones masivas.
El panorama suena terrible y nos hace pensar en la necesidad de llamar urgentemente a Bruce Willis... Y sin embargo, otro astrónomo, Steven Chesley, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, informa que si 2004HF se hubiera encontrado con la tierra, se habría desintegrado en la atmósfera. “Su onda de choque habría sido suficientemente fuerte como para romper ventanas”, comenta.
Y es que los datos pueden usarse de muchas maneras. Para los medios noticiosos resulta tentador presentar un panorama de posible desastre. La historia completa es, por desgracia para ellos (y por suerte para la humanidad) mucho menos emocionante.
En realidad, asteroides como 2004HF pasan cerca de nosotros aproximadamente una vez cada dos años. Sólo que no nos damos cuenta. “Este acercamiento en particular (el de 2004HF) es especial sólo en el sentido de que los astrónomos saben de él”, informan Chesley y Paul Chodas, descubridor del asteroide, en un comunicado del Programa de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA, creado para vigilar a los asteroides de más de un kilómetro de diámetro que se aproximen a nuestro planeta.
¿Significa esto que no debemos preocuparnos? Al menos no tanto... Se estima que la posibilidad de que ocurra un choque con un objeto como 2004HF es baja: quizá una vez cada 100 mil años. La probabilidad disminuye al aumentar el tamaño del asteroide (aunque llega a suceder, diría un dinosaurio). Debido a eso, los astrónomos del mundo están pugnando por la creación de un sistema de protección global que pueda desviar o destruir los asteroides antes de que choquen con la tierra. Se trata, desde luego, de un proyecto a largo plazo.
Quizá la moraleja es que, aunque no se puede prevenir lo desconocido, y no hay razón para entrar en pánico, resulta razonable tratar de prevenir un choque con algún asteroide, ahora que podemos saber cuando uno se acerca. Quizá sí haya trabajo para Bruce Willis, después de todo.
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