Publicado en Milenio Diario, 11 de junio de 2008
La ciencia sirve para comprender mejor el universo, dirán algunos. Según otros, para generar tecnología y aplicaciones que mejoran nuestro nivel de vida. Pero en el fondo, y sin negar lo anterior, todo científico sabe que se dedica a ella por el placer que otorga. Parafraseando al maestro Juan Manuel Lozano, físico de la Facultad de Ciencias de la UNAM, “ciencia es lo que ocupa a los científicos hasta avanzadas horas de la noche”.
Pero el placer de la ciencia no sólo es accesible a quien se dedica a ella: está a disposición de quien simplemente quiera conocerla y disfrutarla. Desgraciadamente, la ciencia moderna usa un lenguaje superespecializado, sólo accesible a los iniciados. Para que el público realmente pueda disfrutarla se requieren mediadores, intérpretes, igual que la música escrita necesita ser interpretada antes de poder deleitar al gran público.
Por eso, cuando mi colega y amigo Horacio Salazar, luego de más de 30 años de labor, se angustia en estas mismas páginas (5 de junio) con dudas acerca de la utilidad de la divulgación científica, quizá habría que recordar que su principal justificación, al igual que ocurre con la ciencia, es de tipo estético. Tal vez sea eso, en estos tiempos de pragmatismo galopante, lo que hace que quienes nos dedicamos a interpretar y compartir la ciencia con los demás nos sintamos a veces innecesariamente culpables, o dudosos.
Horacio observa que una nación científica y tecnológicamente avanzada como Estados Unidos padece todavía de una galopante incultura científica, tanto en su población general, que es terreno fértil para supersticiones y seudociencias de todo tipo, como entre sus gobernantes y políticos, capaces de torcer y obstaculizar el trabajo científico si así les conviene. Si eso ocurre allá, ¿qué pasará acá, donde la oferta y la demanda de divulgación científica son mucho, mucho menores?
Pero un momento: en México el promedio de lectura es bajísimo. ¿Se sigue de ello que publicar libros -o venderlos, o escribirlos- es una actividad inútil? ¿Sirve de algo hacer exposiciones de pintura y escultura, conciertos, funciones de danza? ¿Es un desperdicio tener un Instituto Nacional de Bellas Artes?
Tanto ciencia como arte son parte de la cultura y valiosas por sí mismas. Y dignas de apoyo. ¿De veras tendrán que servir para algo para ser valoradas?
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