jueves, 8 de enero de 2009

El año de Darwin

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 7 de enero de 2009

Ahora que se acercan el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, no podemos olvidar que el próximo 12 de febrero se celebra otro bicentenario: el del nacimiento de Charles Darwin.

La importancia de Darwin para la ciencia y para la totalidad de la cultura actual no puede exagerarse. Su idea central —la selección natural como mecanismo que permite explicar la evolución de los seres vivos y su maravillosa adaptación al ambiente— ha resultado tener aplicaciones en muchísimos campos que probablemente él nunca hubiera imaginado.

La selección natural se basa en el hecho de que los organismos se reproducen de manera desigual: algunos dejan más descendencia que otros. Las razones pueden ser muy variadas (más resistencia física, mejor aprovechamiento de nutrientes, mayor fertilidad, crías más resistentes…), pero la mayoría son características que pueden heredarse. Es decir, factores genéticos.

Este simple hecho echa a andar la maquinaria darwiniana: los descendientes de los organismos aventajados heredarán sus ventajas, y poco a poco irán predominando en la población. Al cabo de suficientes generaciones, la totalidad de una especie puede haber cambiado —evolucionado— para quedar mejor adaptada a su ambiente. Y como el ambiente siempre cambia, la evolución nunca cesa. Su lenta y ciega acumulación de adaptaciones va logrando los sorprendentes diseños con que la naturaleza nos asombra.

Pero resulta que no sólo los organismos vivos pueden evolucionar. Existen muchos otros sistemas en que hay información que pasa de una “generación” a otra con pequeños cambios, lo que inmediatamente permite que se presente una evolución. Los chistes son un buen ejemplo: los que hacen reír son repetidos por quien los escucha, casi siempre con ligeros cambios que, si los mejoran, aumentan su dispersión (y que, si los echan a perder, pueden hacer que se extingan).

Los idiomas, las modas, la tecnología, las ideas, las religiones, los programas —y virus— de computadora y muchas otras cosas también evolucionan por selección natural. Hoy vivimos en un mundo cada vez más darwiniano. En próximas colaboraciones exploraremos algunas de estas ramificaciones. Por lo pronto, celebremos ya, junto con el Año Internacional de la Astronomía, el Año de Darwin.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Larga vida a Darwin!!
Meme

Rodrigo Solís dijo...

Larga vida