Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 30 de noviembre de 2011
De las cosas que se entera uno por estar tuiteando a media noche: el pasado martes 22 supe, con gran tristeza, de la muerte de la famosa bióloga Lynn Margulis, a quien muchos admirábamos, a los 73 años, debido a un derrame cerebral.
La primera vez que oí hablar de ella fue en uno de los extraordinarios cursos que el biólogo mexicano Antonio Lazcano impartía, en esa ocasión en el Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, a finales de los ochenta. Nos platicó de su teoría –que en se momento me pareció descabellada, inaudita– de que varios de los organelos que forman parte de las células eucariontes (con núcleo, como las humanas), como los cloroplastos y las mitocondrias, provenían de bacterias que entraron a otra célula y se quedaron a vivir dentro de ella. También me impresionó saber que había sido la primera esposa del astrónomo y divulgador científico Carl Sagan, a quien los entusiastas de la ciencia de mi generación admirábamos por su célebre serie televisiva Cosmos.
En realidad la idea de la aparición de células con núcleo a partir de la unión de varias células sin núcleo –procariontes–, por un proceso de endosimbiosis seriada (recordemos que la simbiosis es la convivencia entre dos organismos distintos que dependen estrechamente uno del otro) la había publicado en 1967; se confirmó unos 15 años después gracias a los nuevos métodos moleculares. Pero tardó todavía varios años en lograr consenso y llegar a los libros de texto de biología.
Hoy este proceso, que Margulis posteriormente llamó “simbiogénesis”, es considerado una de las revoluciones más grandes que ha sufrido la biología evolutiva. En cierta forma, significa que los cuatro reinos de organismos eucariontes –plantas, animales, hongos y protozoarios (que ella renombró como “protoctistas”)– son derivados, por simbiosis, del reino de los procariontes, es decir, bacterias (la clasificación de los seres vivos en cinco reinos, por cierto, fue también defendida y popularizada por Margulis, otra revolución suya que llegó a los libros de texto).
Margulis argüía también que la simbiosis era una fuerza evolutiva mucho más central que la selección natural, por lo que se describía como “darwinista, pero no neo-darwinista”; actualmente la comunidad biológica continúa dividida en cuanto al papel central o no de la selección natural, como propuso Darwin, frente a otras fuerzas evolutivas… pero esa es otra historia.
Lynn Margulis también colaboró con el químico inglés James Lovelock en el desarrollo de la hipótesis de Gaia: la idea de que la biósfera entera es un sistema complejo y autorregulado que se comporta como un organismo vivo (concepto que desgraciadamente ha sido adoptado y desprestigiado por sectas esotéricas que creen literalmente en la “madre Tierra” como un ente vivo). También trabajó afanosamente para ampliar el estudio, clasificación y comprensión del reino protoctista, donde se encuentran los eucariontes unicelulares que conocemos como “protozoarios”.
Como científica, fue siempre polémica. Quizá demasiado: llegó a defender obstinadamente ideas para las que nunca hubo evidencia sólida, como la de que el flagelo de los espermatozoides –o undulipodio, como hoy se le llama, gracias también a ella– era derivado de una simbiosis con una bacteria del tipo de las espiroquetas, similar a la que causa la sífilis (llegó a decir que la idea era rechazada porque los hombres no podíamos aceptar que nuestros gametos fueran descendientes de una bacteria patógena) o más recientemente la de que las orugas y las mariposas habían evolucionado separadamente, para luego unirse evolutivamente por “hibridogénesis”. Rechazó la disciplina bien establecida de la genética de poblaciones, que da fundamento matemático al estudio de la evolución biológica. A veces daba la impresión de creer que, sólo por ser polémicas, sus ideas tenían que ser correctas. Pagó un precio por esa forma de ser: en los últimos años, sus proyectos de investigación recibieron muy escaso apoyo económico, hecho del que se quejó amargamente.
Sin duda el punto más bajo de su carrera fue cuando abrazó el negacionismo del sida, afirmando que este síndrome no era causado por un virus, sino que era simplemente… ¡sífilis!
Aun así, Lynn Margulis es reconocida, por sus grandes logros y su pensamiento audaz, como una de las biólogas evolutivas más importantes de las últimas décadas. Como acertadamente dijo la tuitera @LouiseJJohnson: “La ciencia no se trata sólo de tener razón, sino también de equivocarse de maneras nuevas e interesantes. Margulis hizo ambas cosas. La extrañaremos”.
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