Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 23 de abril de 2014
Siempre, desde que la conocí, me ha fascinado la filosofía de la ciencia.
Y la conocí gracias a ese gran maestro de maestros que es el doctor Ruy Pérez Tamayo, en uno de los muchos cursos que impartía en forma de ciclos de conferencias. A partir de ahí comencé a leer y quedé enganchado. (Recomiendo mucho, para el lector novato, el mismo libro que Pérez Tamayo nos recomendó entonces: ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, de Alan Chalmers; Siglo XXI Editores. Aunque añado la advertencia de tener cuidado: la filosofía de la ciencia puede intoxicar, sobre todo si uno no entiende bien primero cómo trabaja la ciencia.)
Hace unas semanas comentaba aquí mi extrañeza ante colegas en la labor de difundir la ciencia y el pensamiento crítico y de combatir seudociencias y charlatanerías que, al mismo tiempo, desprecian a la filosofía y la consideran inútil y vacua.
Creo que en parte mis amigos conciben a la filosofía como una especie de juego intelectual en que todo se vale; simplemente es proponer ideas caprichosas y escribir textos largos y complicados. En cambio la ciencia, para ellos, no da paso sin huarache, y todo lo que afirma está sólidamente sustentado en evidencia, experimentos y teorías matemáticas. Es conocimiento, hechos, no creencias ni opiniones.
Pero en realidad –además de que el pensamiento filosófico es una labor académica seria que exige un gran rigor lógico y argumentativo– la producción de conocimiento científico y el proceso por el que se determina su validez dista de ser así de simple: es mucho más parecido a la manera como se determina la culpabilidad o inocencia de un acusado en uno de esos largos y complejos juicios orales que aparecen en las películas.
Yo creo que la ciencia tiene mucho que ver con la filosofía: no se la puede entender sin ella. Como ejemplo, veamos una serie creencias carentes de sustento, esencialmente imposibles de probar en la práctica, que sin embargo forman parte de los cimientos filosóficos de la ciencia.
Comencemos por el realismo: la creencia en que existe el mundo real, físico, afuera de nuestras cabezas. Parece obvio, pero lo cierto es que sólo podemos obtener información sobre él a través de nuestros sentidos, que pueden engañarnos (como lo prueban las ilusiones sensoriales), y nuestras interpretaciones, que pueden ser erróneas (como ocurre cuando hay trastornos mentales).
Es obvio que esta suposición es indispensable para hacer ciencia: no tendría ningún caso si no se acepta. Pero nadie, desde que Descartes planteara esta duda, ha podido resolver el problema de cómo saber si la vida es o no sueño; si no vivimos realmente dentro de la Matrix. (Hablo un poco más sobre el tema en mi libro La ciencia por gusto: una invitación a la cultura científica; Paidós, 2004).
Pero hay más: los científicos asumen también, sin poderlo probar, que el universo es cognoscible: que presenta regularidades (algunos las llaman “leyes de la naturaleza”) que permiten, mediante su estudio, entender su funcionamiento. Pero ¿y si el comportamiento del universo fuera caprichoso, irregular, no reproducible? Quizá sólo nos engañamos al creer que hallamos patrones donde en realidad no los hay…
Asimismo, mencionemos la adopción, podríamos decir que por fe, de lo que el biólogo francés Jacques Monod, en su libro El azar y la necesidad, llamó el “principio” o “postulado de objetividad”: la idea de que no existe ningún proyecto o fin detrás de los fenómenos de la naturaleza; que no hay ningún gran titiritero manejando los hilos del universo.
Finalmente está la creencia, relacionada con la anterior, y también básica pero aceptada sin pruebas, que los científicos tienen en el naturalismo: el rechazo automático a toda explicación que requiera la existencia de entidades o fenómenos sobrenaturales. No es que los científicos sepan que no existen; simplemente, se ven forzados a actuar como si no existiesen.
La lista podría seguir: la aceptación del principio de causalidad, el significado del concepto de “explicación” o de “prueba
”, la naturaleza de eso que llamamos teorías científicas, y un largo etcétera.
¿La ciencia no tiene nada que ver con la filosofía? Al contrario: le resulta tan necesaria como el tomar en cuenta el conocimiento científico lo es para cualquiera que quiera hacer buena filosofía.
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9 comentarios:
Hola, con respecto a la creencia en la objetividad del mundo real, creo que sí tiene sustento, pues de otra manera no habrían avanzado la ciencia y sus aplicaciones, toda la tecnología es fruto de esa hipótesis
Saludos.
Anónimo: lo único que podemos decir es que HASTA AHORA ha funcionado de acuerdo con ese concepto. Si lees a Popper y otros filósofos de la ciencia, te enterarás que los conocimientos científicos nunca son definitivos, siempre son temporales, del tipo "con lo que sabemos hasta ahora".
Un ejemplo muy famoso es el de quienes conocían los cisnes europeos, que podían establecer como una especie de "ley" de la naturaleza, que "todos los cisnes son blancos". Hasta que se descubrió Australia y ahí se encontró una especie de cisne negro...
Por otra parte, a mí como científico me parece de importancia fundamental el por qué y el cómo de lo que hago, no basta con un "funciona", especialmente cuando se mete uno a problemas escabrosos como "¿qué es vida?", "¿qué es una especie?", "¿cuándo comienza la vida humana? es decir ¿en qué punto podemos decir que alguien es un ser humano?", y tantos otros.
Meterse a hacer ciencia sin saber el cómo o el por qué es comportarse como un técnico que sólo repite procedimientos pero es incapaz de sacar conclusiones más profundas sobre sus hallazgos (por desgracia, esto es abundantísimo). Me recuerda a cuando trabajaba en la industria, que en una destilación que se realizaba en la empresa, se obtenía la mezcla de un solvente parecido al cloroformo y agua, que no se mezclaban, sino que se separaban en dos capas. Un día le preguntaron a un compañero "¿y por qué el agua es la capa de arriba?", y él contestó "Ah, no sé, así se hacía ya cuando yo llegué a trabajar aquí"...
Estimado Martín, con todo y lo mucho que me gusta este post, creo que te falta querer y comprender a la filosofía por la filosofía misma, como otra forma de conocer el mundo que nos rodea, y no sólo por las relaciones que pueda tener con la ciencia.
Hay, además, un campo de la filosofía que debería ser fundamental si no para la ciencia sí para el quehacer científico: la ética (a lo mejor la tienes considerada y no te cupo todo en el post). En ese sentido ojalá puedas leer "La herida de Spinoza", de Antonio Serrano, un libro que encuentra un campo común para las neurociencias y la ética. Saludos afectuosos.
¡Me gusta tu comentario, Ribo!
Manuel Lino ¡Hola!, qué bueno que comentas... claro que valor a la filosofía por sí misma, y sin duda la ética (la bioética, en particular, que es la más evidente), pero aquí sólo quería hablar de la filosofía de la ciencia, pues a diferencia de ti, que me pides más filosofía, he tenido agrias discusiones con colegas divulgadores y científicos y escépticos que la desprecian como una pérdida de tiempo inútil y ¡hasta dañina! (¿lo puedes creer?). Le echaré un ojo a buscar el libro que me recomiendas. ¡Mil gracias y un saludo!
me parece excelente este articulo sobre la filosofía mi punto de vista sobre ella es que la filosofía es la verdadera manera de llegar al conocimiento adecuado sobre algun tema.
La filosofía no puede desatenderse de la ciencia porque obtiene sus materiales de análisis a partir de ella. Por otro lado, la filosofía puede abarcarlas ideas y conceptos que quedan fueran o sobrepasan el campo especifico al que está circunscrito cada ciencia, y a partir de ahí realizar una clasificación y categorización de aquellas ideas y conceptos. Permítame recomendarle el siguiente texto del filosofo Gustavo Bueno, quien desde mi punto de vista es el filosofo que posee el enfoque mas sistemático y completo sobre análisis sobre ciencia.
http://www.filosofia.org/aut/gbm/1995qc.htm
Esta es de esas ocasiones en que me percibo rebasado por los conceptos que se escriben, no obstante me esfuerzo en seguirles el paso a lo que pueda captar…
Coincido, en mi limitado análisis, en lo que dice Manuel: la filosofía tiene un valor propio y es lo que nos ayuda a entender situaciones muy humanas como la ética. O como la esperanza, la alegría, la necesidad de trascendencia, en fin, tiene su muy definido campo de acción, y ese ni lo aborda ni le interesa abordarlo a la ciencia.
Saludos.
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