Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 2 de septiembre de 2015
Conocí a Oliver Sacks (como lector; nunca tuve el privilegio de verlo en persona) gracias a… no sé. Quizá leyendo reseñas de su libro más famoso: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Quizá porque en alguna librería (¿El parnaso? ¿Gandhi?) su portada, que lucía una conocida pintura de Magritte, llamó mi atención. El caso es que se hablaba mucho del libro en los años posteriores a su publicación, en 1985.
Cuando alguien me lo prestó, en su edición en inglés, a mediados de los noventa, lo devoré. Y, confieso, lo fotocopié. Cuando fue editado en español, corrí a comprarlo, lo leí de nuevo, lo subrayé, lo anoté y sobre todo me maravillé y disfruté. Es de esos libros, como casi todos los del doctor Sacks, que lo siguen fascinando a uno cada vez los vuelve a leer. Muchas veces he comprado ejemplares para regalar a distintas queridas personas, y probablemente lo seguiré haciendo.
La extensa obra de Sacks, inglés nacido en Londres en 1933 y trasplantado a Nueva York, abarca en su mayoría libros donde, de manera sabia, profunda y francamente magistral, toma como materia prima sus casos clínicos, las observaciones que ha hecho a lo largo de su carrera como neurólogo y sus propias experiencias personales, y los transforma en extraordinarios relatos. En historias humanas que constituyen uno de los mejores ejemplos de cómo la ciencia puede también convertirse en literatura. En gran literatura.
De hecho, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero ha sido llevado al escenario como ópera de cámara y obra de teatro. Y su libro Despertares, de 1973, donde describe su inquietante experiencia con un grupo de pacientes con encefalitis letárgica que habían estado recluidos durante décadas, y a los que logró reanimar temporalmente mediante un tratamiento experimental con L-dopa, fue llevada al cine en la exitosa película del mismo nombre, en la que Robert de Niro encarna a uno de los pacientes, y el hoy también fallecido Robin Williams a un doctor que representa al propio Sacks.
Además de haber ayudado a muchos pacientes a lo largo de su carrera como neurólogo clínico, con sus diversos libros contribuyó a que miles de lectores en todo el mundo comprendiéramos mejor temas como la migraña, la sordera, la ceguera al color, la música, la visión o las alucinaciones. Escribió también una encantadora autobiografía de su niñez, El tío Tungsteno, donde narra su fascinación por la química (que comparto), y un Diario de Oaxaca donde narra un viaje a ese estado mexicano para observar helechos (a los que era aficionado).
Sacks solía hablar poco de sí mismo. Pero hace unos meses, al publicarse su libro autobiográfico On the move (2015), reveló su homosexualidad, y narró las dificultades personales y familiares que sufrió a causa de ella. Comparte también curiosidades que sorprenden a quienes creíamos conocerlo a través de sus libros, como su pasión juvenil por las motocicletas y el fisicoculturismo, y el voluntario celibato que mantuvo, ya como adulto, durante 35 años.
Si algo tiene la prosa de Sacks es que no sólo nos permite conocer casos médicos asombrosos, sino que nos ayuda a entenderlos. A nivel clínico, pero también a nivel humano. Su pasión, generosidad y talento literario nos permiten penetrar en el mundo de quienes padecen alteraciones neurológicas y ponernos en sus zapatos (él mismo padecía prosopagnosia: la incapacidad para reconocer rostros). Y a mismo tiempo, nos hace ver que los seres humanos somos nuestro cerebro: cuando éste se daña, nuestra humanidad misma se ve alterada.
Estoy de luto por Oliver Sacks. Desde que anunció hace poco, en un ensayo periodístico, que el cáncer que padeció en un ojo se había extendido a su hígado y cerebro, y que le quedaba poco tiempo de vida, sus miles de lectores en todo el mundo esperábamos con temor la mala noticia. Pero agradezco también el que haya existido y haya producido una obra que amalgama lo científico y lo humanístico, y que nos permite entendernos más profundamente.
Gracias, doctor Sacks, por hacernos un poco más humanos. Lo vamos a extrañar.
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5 comentarios:
excelente blog.
los invitamos a leer este blog:
http://revistapopularscience.es/escorpion-marino-prehistorico/
gracias
"...nos hace ver que los seres humanos somos nuestro cerebro: cuando éste se daña, nuestra humanidad misma se ve alterada."
Yo lo diría así: nos hace SOSPECHAR que mente y cerebro tienen ALGUNA relación; no necesariamente la de identidad. No podemos asegurar que mente = cerebro. Todavía hay demasiados misterios.
Leyendo algo de Sacks ("Neurología y el alma", on line), de Dennett ("Bombas de intuición...") y de Seung ("Yo soy mi conectoma", on line), me parece que los fisicalistas afirman más o menos lo siguiente:
Yo soy mi cerebro. Mi cerebro está hecho (entre otras cosas) de neuronas. Cada neurona es algo así como un nano-robot. Cada nano-robot ejecuta funciones simples; pero también, siendo yo un mamífero humano, grupos de nano-robots ejecutan funciones complejas. Una de ellas: construir categorías ("significados", dice Sacks) y transmitir información. El resultado final de todo eso es la mente o consciencia, una "metaestructura" construida en el cerebro sobre la base de la experiencia. No es que los nano-robots o la "confederación" de nano-robots "saben" lo que están haciendo, pero al final terminan haciéndolo entre todos. Es decir, el cerebro se encarga de todo. Él mismo no sabe ni entiende cómo, pero LO HACE... y eso es lo importante. Gracias a eso, esta cosa que llamo "yo" sobrevive en un mundo muy peligroso y de recursos escasos.
Misterios:
¿Y los qualia? ¿Qué son, dónde encajan en esto?
¿Cómo es que cada nano-robot tiene su algoritmo? ---Eso de "Fue la selección natural" me suena como a caballo de batalla. "No sé, pero de aquí no me bajan.
¿Un programa "grabado" en cada neurona? Pero las neuronas son, como todo objeto físico, partículas, ondas, campos de fuerza… ¿Cómo es que hay algo "grabado" ahí?
Cada neurona especializada envía señales eléctricas a otras neuronas (la frecuencia, intensidad, etc, dependen del "programa"). Pero, de repente, lo que es puramente físico, transmisión de impulsos físicos, sintaxis pura, ¿empieza a tener SIGNIFICADO? ¿Algo no físico –la mente- nace de lo físico y empieza a ENTENDER los significados? ---No digo que no se pueda (el pobre Dennett se esfuerza mucho en adivinar cómo es posible y en tratar de explicarlo); sólo digo que es difícil de comprenderlo (y de explicarlo).
Y esa estructura o meta-estructura llamada "mente" (cuya arquitectura puede dibujarse en un mapa llamado conectoma), ¿es un objeto matemático? O sea que ¿hay cosas reales que NO son físicas? ---¿No resultará que al final Aristóteles y Sto Tomás tenían razón: el alma es la "forma"?
El fisicalismo parece resumirse en esto: Los mecanismos son lo real; las percepciones, los ambientes simulados en el cerebro, son el mundo de lo ilusorio. ---Puede que para las bacterias eso esté genial; pero para nosotros, humanos, es al revés: nuestra realidad son los significados de las palabras e imágenes, no la tinta ni los fotones.
WM Gillie Moire: Pues sí. Me imagino que lo diría usted así. Yo lo diría justo de la manera que lo dije. Claro que habría que aclarar muchos asegunes, si quiere uno ampliar la idea más allá de los límites de una breve columna semanal de divulgación.
Ya puestos en plan estricto, por supuesto que decir mente = cerebro es una sobresimplificación. Pero decir tan sólo que hay "alguna" relación es demasiado ambiguo, tambíen. Hay una relación clarísima. Para dejarlo claro, sin cerebro no hay mente. Punto. Sin cerebro con un funcionamiento mínimamente normal, no hay mente. Punto. Así lo prueban los casos de alzheimer y muchos otras padecimientos cerebrales.
Me parece muy bueno resumen que hace ud. de la posición "fisicalista", aunque yo no usaría la analogía con nanorrobots.
Lo curioso es que al parecer usted considera viable alguna otra posición "no fisicalista", que, invarialemente, tendrá que ser dualista, y por lo tanto no naturalista. Que es lo mismo decir que no científica. Refuerzo mi impresión al ver que no entiende usted la selección natural (si la entendiera, la aceptaría; es como si dijera "no me convence eso de la ley de la gravedad").
El proceso por que que surgen fenómenos emergentes a partir de sistemas complejos hechos de elementos más simples es, precisamente, complejo, pero se puede entender. Es lógico y racional. No requiere saltos de fe ni aceptar ideas que vayan contra el sentido común. Una muy buena explicación es e libro de Dennett La conciencia explicada. Complejo, pero sugerente y entendible.
(Contintúa comentario anterior):
La ideas que, precisamente, de pronto un conjunto de neuronas, células que procesan impulsos nerviosos (información), de suficiente complejidad, en número suficiente y conectado de una manera suficientemente compleja, empieza de pronto (o más bien, paulatinamente, a lo largo de un proceso evolutivo) a poder presentar, primero momentáneamente y luego de manera casi continua, ese estado de autopercepción que llamamos conciencia. Y lo que se está haciendo es explicar e investigar poco a poco cómo sucede esto. La mente y la conciencia no son objetos físicos pero tampoco esencias inmateriales, sino fenómenos emergentes cuya naturaleza es virtual, como son virtuales los fólders o el bote de basura que ves en la pantalla de tu computadora. No existen realmente en el mundo físico, pero sí existen y son útiles mientras estés trabajando en tu compu. Sería absurdo negar su existencia y decir que són solo puntos de luz en la pantalla o bits en el microprocesador.
Y los qualia... pues son experiencias subjetivas que sólo puede experimentar la conciencia que surge del funcionamiento de ese cerebro. No hay mayor misterio en ello.
¡Saludos!
Gracias, Martín.
Sólo una cosa. No tengo claro qué es un fenómeno emergente (y veo en Google mucho para leer). Me limito a esto: ¿qué clase de realidad... de SUSTANCIALIDAD... tiene un fenómeno emergente?
Si mi dolor de muela es tan sólo algo “virtual” o “ilusorio”, ¿cómo es que tiene, o al menos parece tener, EFICACIA CAUSAL? ¿Cómo es que provoca que mi cuerpo entero se levante y se mueva hacia el cajón de las medicinas? No voy al cajón porque tenga caries, o algún nervio irritado, o porque algo a nivel subatómico está sucediendo debajo de mi encía. Voy porque algo ME DUELE (si no me duele, ni me acuerdo). Digo yo, si tiene eficacia causal, debe tener algún grado de realidad o sustancialidad... algo de "solidez" (a falta de mejor palabra). No puede ser un simple epifenómeno, algo que apareció o emergió ahí de repente, pero sin consecuencias.
Prefiero adherirme a algún tipo de pansiquismo (sin entender todavía adónde me llevará esto) y pensar que lo mental no es algo que haya empezado a existir (emergido) en algún momento del pasado archi-remoto (hace millones de años), o en algún momento de mi propia vida (digamos, a los 15 días de ser concebido), sino que es un ingrediente último del universo, una parte de su estructura fundamental. No menos que lo físico. Después de todo, hay teóricos importantes (junto con charlatanes) que afirman que el universo es materia (o energía) + "información" (desde el microcosmos hasta el macrocosmos). Y eso de la “información” me suena a mí como a algo... mmm, "mental" :)
Y además el pansiquismo es menos deprimente que el fisicalismo. Prefiero un mundo de mentes (o mentesitititas) a un mundo de estrellas, planetas, piedras y chispitas que se mueven a lo loco, sin sentido ni intención. ---Sigue siendo naturalismo (nadie ha dicho que las mentes están fuera del universo, fuera de la naturaleza), aunque tal vez no suene muy "científico" hoy en día. Sin embargo, ¿quién es el valiente que pueda decir "Esto es ciencia, esto no"?
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