miércoles, 9 de marzo de 2016

Cuando la ciencia mete la pata


Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 9 de marzo de 2016

Mucha gente cree que la manera de hacer ciencia consiste en un investigador de bata blanca metido en un laboratorio haciendo experimentos para, finalmente, llegar a un “descubrimiento”. El famoso “método científico” garantiza que lo que se descubre sea científicamente válido, y por tanto prácticamente irrefutable.

Por eso, cuando surgen casos como el del artículo publicado el pasado 5 de enero en la revista PLOS ONE, titulado “Características biomecánicas de la coordinación de la mano al sujetar objetos en la vida diaria”, donde se afirma que dichas características corresponden “al diseño correcto por el Creador para realizar una multitud de tareas diarias de manera confortable”, y que “la coordinación manual indica el misterio de la invención del Creador”, el escándalo puede ser mayúsculo.

El 2 de marzo, el biólogo molecular británico James McInnerney dio la voz de alarma en Twitter, y de ahí el tema pasó al popular sitio Retraction Watch, que se especializa en dar seguimiento a publicaciones científicas erróneas. Siguió una verdadera tormenta en las redes sociales, con las etiquetas #creatorgate y #handofGod (mano de Dios). ¿Cómo pudo una tontería así haber sido publicada en una revista científica importante y prestigiosa?

La respuesta revela que la ciencia no es tan sencilla como la pintan.

En primer lugar, hay que recordar que el proceso de hacer ciencia no termina en el laboratorio: los datos, resultados y conclusiones que los investigadores obtienen tienen que ser discutidos por sus colegas, también expertos en el campo de que se trate. Para ello, se presentan en conferencias, seminarios y congresos, y posteriormente se envían como artículos formales a revistas científicas arbitradas, que los mandan a otros expertos que actúan como evaluadores y que revisan a fondo los datos, argumentos y conclusiones. Sólo cuando éstos satisfacen altos estándares se autoriza su publicación.

Este proceso, llamado “revisión por pares” (peer review) que forma la base del control de calidad en ciencia, no es perfecto. Hay revistas comerciales y caras, que cobran a los suscriptores, y que tienden a aceptar los artículos más “vistosos” (los que serán más leídos y recibirán mayor cantidad de citas por otros investigadores, lo que fortalece el prestigio –y las ganancias– de la revista), y no necesariamente los mejores. Otras revistas, llamadas “de acceso libre” (open access) son gratuitas para los lectores, pero cobran a los autores por publicar, lo que puede perjudicar su control de calidad en la búsqueda por publicar muchos artículos.

PLOS ONE es quizá la revista de acceso libre más importante del mundo; por eso es especialmente preocupante que sus editores y evaluadores hayan dejado pasar un artículo que hace referencia a una deidad como causa de un proceso de evolución, algo totalmente contrario al pensamiento evolutivo y al obligado criterio naturalista que exige la ciencia, y excluye considerar causas sobrenaturales para los fenómenos estudiados. No tiene caso hacer ciencia si se acepta que pueden existir milagros o creadores todopoderosos.

Hay que tomar en cuenta que los autores del artículo, liderados por Xiao-Lin Huang, de la Universidad Huazhong de Ciencia y Tecnología, en China, afirman no tener un buen dominio del inglés (lo que efectivamente se nota en la redacción de su artículo) y argumentan que confundieron la palabra “creador” con el equivalente chino a “naturaleza”. Ellos afirman que su investigación (que analiza la relación entra la complicada estructura de huesos, tendones y músculos de la mano con su notable versatilidad y precisión funcional, con miras a replicarla en manos robóticas) no tiene ninguna relación con el creacionismo, y piden que su artículo no sea “discriminado” debido a un error de traducción.

Puede ser. En todo caso, la responsabilidad por la publicación del artículo que contiene frases tan desafortunadas recae sobre PLOS ONE y su equipo editorial y de evaluadores, que tendrán que reforzar el control de calidad de su revista. Lo cual no es malo: en cualquier revista, comercial o de acceso abierto, se cuelan de vez en cuando artículos cuya calidad deja que desear. Mejorar los estándares de evaluación será benéfico para todos.

Pero el caso también nos muestra que la ciencia cuenta con mecanismos de autocorrección bastante confiables. El artículo de Huang tardó dos meses en ser detectado, pero el pasado 4 de marzo PLOS ONE, después de un análisis cuidadoso, decidió retirarlo (que es lo que usualmente se hace con artículos ya publicados en los que se detectan problemas de calidad).

En resumen, ¿qué se hace en ciencia cuando alguien comete un error? Cuando éste se detecta, se reconoce públicamente y se corrige. Ojalá otras actividades humanas fueran tan eficientes para remediar sus metidas de pata.

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Contacto: mbonfil@unam.mx

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