Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 6 de marzo de 2013

Una apacible noche (el 14 de febrero), por ejemplo, comenzó a pulular información acerca de que un meteoro había causado destrozos en Rusia (allá ya era 15). Y resultó cierto, aunque fue más bien la onda sónica de choque la culpable, no fragmentos del meteorito (como se pudiera haber creído en un primer momento).
Mientras escribo esto la red social hierve de comentarios sobre la muerte de Hugo Chávez (inicialmente como rumor, pero rápidamente confirmada). Y la noche del domingo, fue la noticia de una bebé que había sido, aparentemente, “curada de VIH”. El tema comenzó a ser tuiteado y retuiteado a diestra y siniestra; comenzaron a aparecer notas en diversos medios noticiosos, con encabezados que, además de reportar el hecho, hacían énfasis en que “genera esperanzas”. Al día siguiente, lunes, fue comentado en radio y TV.
Y aunque nadie lo decía, era claro que el subtexto de la nota aludía a la anhelada “cura del sida”. ¿Realmente da pie el reporte a estas esperanzas? ¿Qué ocasionó que se difundiera a tal grado y con tal rapidez, a diferencia, por ejemplo, de la más sólida noticia acerca de la cura equivalente, confirmada en diciembre de 2010, del llamado “paciente de Berlín”, Timothy Ray Brown?
En ambos casos se trata de una “cura funcional”: el tratamiento eliminó los rastros de virus en la sangre de los pacientes (aunque ello no garantiza que no persista en sus cuerpos, pues los genes del virus se pueden insertar en el ADN de las células que infectan y permanecer ahí largo tiempo, para luego reaparecer).
Pero ahí termina el parecido. En el caso de Brown, quien además de la infección por VIH padecía leucemia, se le suministró en 2007 un trasplante de médula ósea proveniente de un donador que posee una mutación en el gen del receptor celular CCR5, lo que impide que el virus pueda infectar sus células. El trasplante fue exitoso y, tres años después (y hasta el momento), Brown seguía sin presentar señales del virus, a pesar de no tomar ya el tratamiento triple con medicamentos antirretrovirales que constituye la terapia estándar. No es un tratamiento que pueda aplicarse a otros pacientes, pero señala vías de investigación para aproximarse a una cura.
La Dra. Deborah Persaud, del Centro Médico Infantil Johns Hopkins, autora del reporte sobre la niña |
Pero cuando cumplió 18 meses, la madre dejó de acudir al hospital (el Centro Médico de la Universidad de Mississippi) y de darle los medicamentos. Ahí ocurrió la sorpresa: cinco meses después de abandonar el tratamiento, la niña seguía sin presentar señales del virus (hoy tiene dos años y medio).
¿Por qué no es tan buena noticia, entonces? Porque, a pesar de la alegría de saber que esta niña en particular parece haberse curado, y de las esperanzas y perspectivas que el caso despierta, se trata en realidad de un fenómeno aislado. No se sabe realmente cómo se logró su “cura funcional”. Y no será posible, por razones éticas, repetir el experimento (darle un tratamiento agresivo a un recién nacido es siempre peligroso, y retirarle el tratamiento a un bebé infectado –o a un adulto– va contra todas las recomendaciones médicas actuales). Por tanto, la información que nos proporciona es muy poco útil.
Y sin embargo, ¿quién se resiste a leer, o a retuitear, una nota sobre un bebé que se cura de VIH? La difusión de noticias en internet carece de controles: habrá que reforzar estrategias para impedir que esta abundancia de información acabe desinformando, o creando falsas expectativas.
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