Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 9 de noviembre de 2011

Las religiones creen en el alma: un espíritu inmortal, esencia de lo que somos. La ciencia, en cambio, mantiene el compromiso metodológico de mantener una
visión naturalista del mundo, en la que sólo hay cabida para fenómenos naturales, no
sobrenaturales.
El debate es inútil, pues la ciencia no puede –ni busca– demostrar la no existencia de lo sobrenatural. Pero las explicaciones naturalistas para fenómenos que anteriormente sólo se entendían recurriendo a lo espiritual o mágico son cada día más numerosas.
Un ejemplo típicamente usado para sostener la existencia del alma inmaterial son los llamados “
viajes astrales”: experiencias en que supuestamente el alma sale del cuerpo (son la primera fase de las “
experiencias cercanas a la muerte”) y la persona puede observarse a sí misma dormida o en la plancha del quirófano.
Por eso me interesó tanto enterarme, gracias al maestro
bloguero Ed Yong, en su
blog Not exactly rocket science, de un experimento que, usando una de esas manos de hule con las que se suelen hacer
bromas de Halloween, muestra que dichas experiencias, lejos de ser sobrenaturales, son consecuencia de la forma en que nuestro cerebro construye nuestro sentido del yo.

La “
ilusión de la mano de hule” comenzó como un truco usado en fiestas: se coloca la mano falsa sobre una mesa, paralela a la mano real del sujeto, que está oculta. Se acaricia la mano de hule, de modo que el sujeto lo observe, y al mismo tiempo se acaricia su mano real, que no puede ver. Es frecuente que el sujeto experimente la extraña sensación de que la mano de hule es
realmente su mano, aunque sepa que no lo es y pueda ver que es de hule. El fenómeno suele ir acompañado de la sensación de que la posición de su brazo cambia para estar colocado en el sitio preciso donde está la mano falsa.
Lo que revela esta ilusión es que el sentido de propiedad sobre nuestro cuerpo no es algo fijo, ni dado sólo por la
propiocepción (la percepción de la posición de nuestros músculos y articulaciones), sino que se construye constantemente a partir de información visual y de otros tipos. Y sobre todo, que dicho sentido puede alterarse. (Si uno se fija, se experimenta algo parecido a la ilusión de la mano de hule cuando uno maneja un coche: luego de un tiempo, uno “siente” el auto como una extensión del propio cuerpo –hasta cierto punto–, y llega a poder calcular instintivamente los espacios al moverse entre carriles, por ejemplo… aunque la ilusión muchas veces se rompe al tratar de estacionarse, por desgracia.)

Pues bien: Yong describe el caso reportado por Katherine Thakkar y Sohee Park, de la Universidad Vanderbilt, en Tennessee, Estados Unidos, en la revista
PLoS One el pasado octubre, de que los pacientes con
esquizofrenia experimentan la ilusión de la mano de hule en forma mucho más intensa que los pacientes sanos. Pero lo más sorprendente es el caso de RM, paciente esquizofrénico que desde los 16 años (hoy tiene 55) ha sufrido frecuentes
experiencias extracorporales, muchas veces seguidas de
episodios psicóticos que lo llevaban al hospital.
Thakkar y Park hallaron que la mano de hule podía provocar en RM no sólo una ilusión intensa, sino que también desencadenó la sensación de salir de su cuerpo y estar observando, junto con el experimentador, la escena desde una altura de unos 30 centímetros, mientras giraban lentamente. Afortunadamente, la experiencia extracorporal no sólo no desató un episodio psicótico, sino que permitió que RM, después de pedir información sobre
otros estudios que se han hecho sobre ese tipo de fenómenos, comprendiera que lo que le sucedía no era un fenómeno sobrenatural (solía tener sensaciones místicas de hablar con ángeles y demonios). Desde entonces no ha vuelto a tener episodios psicóticos, aunque sí experiencias extracorporales.
Thakkar y Park sugieren que el sentido del yo, en particular de construcción de la imagen y sentido de pertenencia corporal, podría ser más débil en pacientes esquizofrénicos. Y piensan que quizá por eso actividades como el yoga, que fortalecen la percepción del propio cuerpo, podrían ayudar a atenuar algunos síntomas de la esquizofrenia. Quién sabe: tal vez algo similar a la ilusión de la mano de hule podría ayudar a detectar pacientes con tendencia a padecer este desorden…
Sin duda, este estudio dará pie a más investigación que revelará más datos fascinantes acerca de la relación mente-cuerpo. De lo que no cabe duda es que
el dualismo, que postula una separación tajante entre lo corporal y el alma, retrocede un paso más: nuestra alma no es sobrenatural, sino un
fenómeno emergente de la compleja función de nuestro cerebro, pero no aislado, sino en relación estrecha con el cuerpo que lo aloja. Puede ser inquietante, pero siempre será mejor y más interesante comprender las bases reales de fenómenos como nuestra propia conciencia que recurrir a facilonas explicaciones “espirituales” que en realidad no explican nada.
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