Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 9 de diciembre de 2015
La semana pasada tuve el privilegio de ser invitado a impartir un curso de divulgación científica por escrito para los miembros de la Red Temática sobre Florecimientos Algales Nocivos (RedFAN) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), constituida por expertos nacionales en lo que comúnmente se conoce como “mareas rojas”.
Probablemente aprendí mucho más que los asistentes al curso. Porque las mareas rojas, que ni son mareas ni son siempre rojas (de ahí que prefieran llamarlas “florecimientos”), son fenómenos naturales que tienen tantos aspectos distintos e importantes que me pregunto cómo no oímos mucho más sobre ellos en las noticias.
Pero vayamos por partes. Las Redes Temáticas de Investigación del Conacyt son “asociaciones voluntarias de investigadores o personas con un interés común, dispuestas a colaborar y aportar sus conocimientos y habilidades, coordinadas de manera colegiada por un Comité Técnico Académico”. Su objetivo es fomentar la colaboración interdisciplinaria en temas científicos de importancia social o ambiental. Hay redes sobre los temas más diversos, como por ejemplo, la ciencia y tecnología espacial, la conservación del patrimonio cultural, la nanotecnología y nanociencia o los desastres climáticos.
La RedFAN estudia, como su nombre lo indica, los florecimientos, o proliferaciones masivas, de ciertos tipos de algas microscópicas, que forman parte del fitoplancton (en particular de la clase de los dinoflagelados, aunque también de muchos otros grupos), y que tienen la característica de producir toxinas nocivas para la salud humana y de otros animales.
Su misión es contribuir al conocimiento científico de los florecimientos algales nocivos, entender qué los origina, sus efectos negativos sobre los ecosistemas y la salud pública, y buscar formas de mitigarlos o controlarlos.
Y es que estos florecimientos, además de que pueden teñir de rojo los mares (aunque muchos florecimientos no tienen color), y producir toxinas que intoxican y matan a peces, camarones, tortugas, aves y mamíferos (se sabe que pueden llegar a intoxicar a ballenas y delfines, produciendo que encallen en las playas, y a aves costeras, que han llegado a lanzarse sin control contra edificios y personas, como en la película Los pájaros), pueden afectar muchas otras áreas.
Cuando surge uno de estos florecimientos, las autoridades de salud deben emitir una alerta sanitaria, pues las toxinas pueden ser extremadamente dañinas. Muchas veces esta alerta se acompaña de una veda que afecta las actividades de pesquería. Si una veda dura demasiado (algunas han durado meses), el perjuicio a la actividad pesquera puede ser grave, por eso para declararla se debe estar seguro de que es realmente necesaria. La acuicultura, otra actividad económica importante, también puede ser dañada por las “mareas rojas”, ya sea por las toxinas o porque las algas pueden consumir excesivamente el oxigeno del agua.
También el turismo puede verse afectado: a veces un florecimiento nocivo puede dar al traste con las reservas de pescado y marisco necesarias en restaurantes para una temporada alta (se tiene que desechar lo almacenado, y no se puede pescar localmente). Y la contaminación de playas y aguas puede ahuyentar a los turistas.
Ha habido casos bien documentados en que los efectos de florecimientos prolongados o frecuentes en una zona pueden afectar a las comunidades de pescadores al grado de provocar problemas sociales, como un aumento en la delincuencia.
Por cierto, también en aguas dulces puede haber florecimientos nocivos, lo que puede tener repercusiones en la agricultura y la ganadería.
Los expertos de la RedFAN, pertenecientes a diversas instituciones nacionales de investigación, abordan el tema no sólo desde el punto de vista biológico o ecológico, sino desde una gama de enfoques que va de la química y biología molecular (para estudiar las moléculas de toxinas y sus mecanismos de acción, pues hasta el momento no existen antídotos para ellas) a lo médico y lo tecnológico (para buscar nuevos y mejores métodos para detectarlas, además de que a partir de las toxinas podrían desarrollarse nuevos fármacos) y hasta los aspectos sociales y legales, además de asesorar a las diversas autoridades gubernamentales.
Las Redes Conacyt son sólo una muestra del enorme potencial del sistema de investigación científica y tecnológica de nuestro país. Conocer la RedFAN me permitió asomarme a un pedacito de esta riqueza. Es importante seguir apoyando y desarrollando este potencial, y sobre todo buscar las mejores maneras de aprovecharlo para beneficio de todos.
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