miércoles, 30 de julio de 2008

Ciencia contra seudociencia

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 30 de julio de 2008

Ante opiniones extremas que consideran a la ciencia como una creencia sin sustento –o peor, dañina–, es ilustrativo el caso de Radovan Karadzic, ex líder serbobosnio buscado por crímenes contra la humanidad (18 mil muertes) y capturado recientemente, después de 12 años, en Belgrado.

Se había ocultado bajo la identidad falsa de Dragan Dabic, médico alternativo de barba blanca que ofrecía curaciones a base de “energía humana cuántica”. Convencía incautos con palabrería sin sentido como la siguiente: “Numerosos procesos de energía de los que dependen las funciones de nuestro cuerpo son causados por la energía de un poder superior (energía cósmica, prana, maná, energía orgánica, energía cuántica, el Espíritu Santo). Fluyen en nosotros y a nuestro alrededor y son nuestro mayor bien y la fuente de nuestra salud y bienestar”. La seudociencia como escondite perfecto... o casi.

Irónicamente, fue la ciencia el arma para su detención, pues los agentes serbios que lo seguían utilizaron algunos de sus cabellos (obtenidos al hacerse pasar por pacientes) para realizar una prueba de ADN e identificarlo con certeza.

El conocimiento científico es confiable: funciona. Por ello, ante problemas que afectan a la sociedad, es vital basar las soluciones en la ciencia. El sida es un caso ejemplar: frente a peligrosas charlatanerías que niegan que sea causado por el VIH, expertos científicos y gobiernos prefieren confiar en la medicina científica.

La Conferencia Internacional sobre el sida, que comienza el domingo en esta capital, reunirá a expertos de todo el mundo y servirá seguramente para reforzar las políticas públicas de combate a la pandemia en nuestro país.

Y buena falta hace. Todavía encontramos posiciones tramposas como las que afirman que el condón no previene el sida (cifras recientes de la ONU muestran que, aunque pequeña, ha habido una disminución global), o declaraciones sesgadas como la del Secretario de Salud, José Ángel Córdova, respecto a que la píldora del día siguiente “en lugar de prevenir el sida, puede favorecerlo” (confundiendo el derecho a decidir un embarazo con la prevención de una infección).

Ante problemas reales, la ciencia ofrece conocimiento útil. El libro El VIH y la patogénesis del sida, de Jay Levy, es un ejemplo: se presenta hoy a las 18:30 en la librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica. Entrada libre.

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miércoles, 23 de julio de 2008

Ciencia y literatura

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 23 de julio de 2008

"La buena poesía está cerca de la ciencia. (…) La ciencia nos ayuda a sobrellevar el mundo", dijo ayer en este espacio, con sabiduría, Braulio Peralta.

Y la buena ciencia está —debe estar— cerca de la poesía, y de lo literario en general, podría añadirse. Después de todo, el mito de la objetividad científica es ya obsoleto, y la distinción entre la ficción sin trabas de la literatura y la verdad de la ciencia es, hoy lo sabemos, borrosa. La ficción tiene límites, reglas que obedecer; entre ellas, las de la verosimilitud. Y la ciencia, lejos de descubrir “verdades”, lo que hace es generar explicaciones y modelos confiables y útiles, pero que de algún modo son siempre narrativas en busca de dar sentido a lo que ocurre en la naturaleza.

Mucha de la buena literatura que habla de ciencia (clásicos como El sistema periódico, de Primo Levi, o Sueños de Einstein, de Alan Lightman) logra mostrar cómo el conocimiento científico y la visión del mundo que la ciencia ofrece se integran y forman parte de la cotidianeidad que todos vivimos. El amor, la muerte, la guerra, la familia, la vida, todo ello puede verse desde diversas perspectivas. La científica es una más, con sus propias particularidades; yo la encuentro especialmente disfrutable.

La fascinante y magistral novela Amor perdurable, de Ian McEwan, que acabo de leer (con 10 años de retraso), muestra la visión racional del mundo que tiene un escritor científico; cómo influye en su trabajo, matrimonio, amistades… Y cómo todo ello puede ser puesto a prueba, radicalmente, por el amor maniaco de un fanático religioso afectado por un síndrome mental. Ciencia y literatura.

Y sin embargo, tampoco hay que pensar que la ciencia es sólo otra forma más de inventar historias caprichosas: como lo demuestran las notas de Antimio Cruz y Arturo Barba ayer en MILENIO, los métodos rigurosos de la ciencia, diseñados para disminuir al mínimo la humana tendencia a la miopía conveniente y el autoengaño, pueden revelarnos hechos desagradables, pero importantes, por más que durante años hayamos tratado de negarlos.

En este caso, el costo real de la destrucción de manglares en nuestro país (que es de 37 mil dólares anuales por hectárea, en vez de los 11 mil pesos en que se había valuado anteriormente).

La buena ciencia es literatura. Pero literatura sometida a prueba. Y por ello confiable. A veces, incluso poética.

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miércoles, 16 de julio de 2008

¿Cangrejos o divas?

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 16 de julio de 2008

Mi colega Arturo Barba comenta ayer, en estas páginas, el conflicto surgido entre dos destacadísimos investigadores mexicanos (los nanotecnólogos Humberto y Mauricio Terrones) y su centro de trabajo, el Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (IPICyT). Opina que se trata de un “ataque a mexicanos exitosos”.

Los hermanos Terrones afirman ser víctimas de hostilidades por parte del director del instituto, David Ríos Jara, por testificar en un juicio por supuesto nepotismo en contra del anterior director, José Luis Morán. Parte de su presupuesto y equipo de investigación, dicen, se ha desviado a otros laboratorios. Y recientemente, ambos fueron removidos de los puestos administrativos que ocupaban en el Departamento de Materiales Avanzados.

Varios especialistas internacionales en nanotecnología, encabezados por el premio Nobel Harold Kroto, han firmado una carta apoyando a los Terrones y solicitando a Felipe Calderón y al Conacyt que resuelvan el conflicto. La nota llegó a las páginas de Nature, una de las principales revistas científicas del mundo.

Pero como siempre, hay otro lado de la historia. Las autoridades del IPICyT responden que el grupo de los Terrones ha sido siempre el que mayor apoyo ha recibido. El cese de sus nombramientos es parte de un proceso natural, sobre todo cuando llega un nuevo director, y tales cambios los deciden comités de evaluación externos conformados por investigadores, empresarios y funcionarios. Para Ríos Jara, “sus quejas son falsas e injustas”.

Es probable que los Terrones hayan recibido un trato injusto. Es probable también que, como afirma Ríos Jara, se trate de personalidades conflictivas. Ya salieron, por problemas similares, del Instituto de Física de la UNAM. Trátese de un caso de cangrejos mexicanos que no dejan salir de la cubeta a sus colegas destacados, o de divas que creen merecer un trato especial, quien sale dañado es el IPICyT, una institución valiosa, y en general la todavía incipiente y escasa ciencia mexicana. Qué lástima.

¡Mira!
Y mientras tanto, el cardenal Norberto Rivera, desde el oscurantismo medieval, declara que el Distrito Federal necesita sacerdotes exorcistas para “luchar contra el maligno”. Lo que faltaba: promover la creencia en espíritus como causa de nuestros problemas. ¿Será “el maligno” culpable de los casos de encubrimiento de sacerdotes pederastas?

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miércoles, 9 de julio de 2008

El genoma del abuelo

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 9 de julio de 2008

Hace poco se publicó una nota curiosa: se secuenció el genoma del anfioxo, un animalito marino, alargado, que vive pegado al fondo arenoso en aguas templadas o tropicales.

¿Cuál es el interés? Aunque se lo describió como el “eslabón perdido” de los vertebrados, se trata más bien del animal vivo que más se parece al ancestro común de todos los cordados (grupo que abarca a los vertebrados, incluidos los mamíferos, como el ser humano). Tiene un cordón nervioso que corre por su espalda, protegido no por vértebras sino por un cilindro rígido llamado notocordio. Si fueran coches, el anfioxo sería el modelo T de los vertebrados.

A pesar de lo que se cree, la evolución no es un proceso lineal (los invertebrados no se convierten en vertebrados, y éstos en mamíferos) sino ramificado: los individuos sufren mutaciones y tienen descendencia, que puede resultar o no favorecida por ellas. La acumulación de estos cambios en su genoma va produciendo nuevas especies, sin que las anteriores dejen necesariamente de existir. Igual ocurre con los automóviles: algunos –como el recién extinto Volkswagen sedán– permanecen esencialmente sin cambios. Otros, como un Porsche último modelo, han cambiado muchísimo (¡y el primer VW fue diseñado por Ferdinand Porsche!). Para entender cómo eran los primeros autos, es mejor revisar un vochito que un Porsche 2008: aquel se parece más a los primeros autos que existieron incluso antes del modelo T de Ford (por ejemplo, los de Lenoir o Daimler).

Así, analizar el genoma del anfioxo es lo más cercano a conocer el genoma de nuestro abuelo común. Aunque tiene tan sólo 520 millones de “letras” (el humano, tres mil 200 millones), resulta que mucha de la información esencial del genoma vertebrado está ya presente. En particular, se halló que en algún momento de la evolución el genoma de los vertebrados se duplicó, y luego volvió a duplicarse. Estas duplicaciones son importantes porque permiten que genes vitales, que normalmente no evolucionarían o lo harían muy lentamente, al estar presentes en varias copias puedan cambiar más libremente, lo cual da origen a importantes novedades evolutivas.

Este carácter “modular” de los genomas es uno de los descubrimientos recientes más importantes en evolución. Estudiar a este abuelito de los vertebrados ayuda a entender mejor cómo fue posible que surgieran especies más complejas, como nosotros mismos.

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miércoles, 2 de julio de 2008

Shyamalan anticientífico

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 2 de julio de 2008

Tardé en ir a ver la nueva película de M. Night Shyamalan, El fin de los tiempos (The happening), en parte por falta de tiempo, pero también por miedo de encontrarme con una cinta que, si bien de inicio resulta muy intrigante, terminara siendo truculenta, y para colmo, anticientífica.

Este cineasta indo-estadunidense es admirado por sus filmes misteriosos y perturbadores, con drásticas vueltas de tuerca al final que sacan de balance al espectador (aunque la fórmula ya se le ha vuelto un tanto repetitiva). Pero también ha mostrado, en más de una película, dos tendencias que en lo personal me incomodan. Una es, por sí sola, relativamente inocua: la constante promoción de la creencia en lo sobrenatural, lo predestinado, lo mágico. Pero cuando se conjunta con la segunda, la descalificación de la visión científica del mundo, el resultado es una mezcla que promueve la desconfianza hacia la ciencia, e incluso su descrédito.

En El fin de los tiempos, la gente de la costa este de los Estados Unidos repentinamente comienza a suicidarse. Conforme avanza la película va quedando claro que la causa es (no siga leyendo si planea verla) una neurotoxina que secretan las plantas (el nombre inicial de la cinta era El efecto verde).

No sólo es el hecho de que la ciencia detrás de la trama sea mala. Es cierto que las plantas se comunican químicamente, a veces secretando sustancias que alteran el comportamiento de otros seres vivos. Pero la idea de plantas que causan suicidios es simplemente tonta. La supuesta razón de que las plantas “decidan” acabar con la humanidad tampoco es clara, aunque se menciona la instalación de plantas nucleares en la costa este. Así, la venganza de las plantas sería una reacción de la Madre Tierra, o la Madre Naturaleza, o algo así, contra la dañina humanidad.

No. Mi molestia va más allá. Nuevamente Shyamalan, como hizo en Señales (donde la moraleja era que sólo la fe en dios nos podía salvar de la invasión extraterrestre), vuelve a criticar a la ciencia y el abordaje racional de los problemas (el protagonista que ridículamente trata de aplicar un “método científico” de caricatura ante el peligro inminente), y al hacerlo manda el mensaje implícito de que la ciencia no sirve para resolver problemas, y que sólo la fe o el abandono de la racionalidad pueden salvarnos.

Un mensaje anticientífico. Mi miedo se confirmó. Lástima.

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miércoles, 25 de junio de 2008

¡No al preaborto!


por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 25 de junio de 2008

Mucho se defienden los derechos de los no nacidos, como prueba la peregrinación del pasado domingo a la Basílica de Guadalupe, a la que asistieron millones… perdón, cinco mil personas (entre ellas indígenas mazahuas que pensaban que se trataba de “dar gracias a la virgen”). Desgraciadamente, la lucha se limita a defender el derecho a la vida de sólo una parte de los no nacidos: los concebidos.

Como en la ciudad de México se despenalizó el aborto hasta las 12 semanas, numerosas mujeres se sienten libres de recurrir a esta medida para terminar con embarazos que hubieran podido evitar si no hubieran sido irresponsables (pues como sabemos, las violaciones, los accidentes y los “proyectos de vida” son simples pretextos).

Mujeres criminales: ponen su bienestar por encima del de un ser humano concebido que merece plenos derechos humanos. Los concebidos son personas plenas, aun cuando no estén desarrolladas. No pueden sentir dolor, es cierto, pues su sistema nervioso apenas ha comenzado a construirse y no cuenta todavía con las estructuras que les permitan sentirlo (ni ninguna otra sensación). Tampoco tienen conciencia.

No importa. El óvulo fecundado o cigoto tiene la información genética de un ser humano completo. Pensar que entre una célula o conjunto de células en desarrollo y un ser humano hay alguna diferencia es absurdo. Si hay información genética, hay ser humano. Somos nuestros genes; nada más.

Los planteamientos modernos de la biología según los cuales la información genética es sólo un componente de los muchos que deben estar presentes para que un cigoto pueda convertirse en bebé son sólo silogismos para fomentar la cultura de la muerte (que, como se sabe, busca la muerte de todos los seres humanos).

Pero hay algo más grave: al defender sólo a los concebidos, olvidamos a una parte mayoritaria de los no nacidos: las personas que, aunque todavía no han sido concebidas, merecen también plenos derechos humanos. Después de todo, ¿qué tiene un óvulo fecundado que no tengan un óvulo y un espermatozoide que todavía no se unen?

Hoy que la Suprema Corte está decidiendo si se declara o no inconstitucional a la ley que despenaliza el aborto, ¡recordemos a los no concebidos! No por no ser todavía un cigoto estos seres humanos carecen de derechos. ¡Digamos no al pre-aborto! (¿Servirá de algo el sarcasmo?)


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miércoles, 18 de junio de 2008

¿Cerebros gays?

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 18 de junio de 2008

¿Qué causa la homo- sexualidad?

Las respuestas científicas varían con el tiempo, desde explicaciones psicoanalíticas o socioculturales hasta las que invocan genes, hormonas o diferencias cerebrales. En los noventa, Dean Hamer y Simon LeVay se hicieron famosos por afirmar que habían encontrado, respectivamente, bases genéticas y cerebrales para la homosexualidad masculina. Sus hallazgos no resultaron concluyentes.

Como informó MILENIO ayer, Ivanka Savic y Per Lindström, del Instituto Karolinska en Suecia, han publicado en la revista PNAS una investigación que sugiere que el cerebro de los hombres homosexuales se parece más al de mujeres heterosexuales que al de hombres heterosexuales, y que el cerebro de las lesbianas se asemeja más al de hombres hetero que al de mujeres hetero. Los homosexuales tienen, en palabras de los autores, cerebros “atípicos”.

El estudio midió el volumen de los hemisferios cerebrales de 90 sujetos. Se sabe que el cerebro de hombres hetero tiende a ser asimétrico (el hemisferio derecho es más grande). Se halló que los hombres gays tenían cerebros simétricos, igual que las mujeres hetero; lo contrario se halló en lesbianas. También se midió la cantidad de conexiones entre la amígdala —relacionada con las emociones— y otras partes del cerebro. Nuevamente, las conexiones de las lesbianas se parecían más a las de hombres hetero, y los de los gays a las de mujeres hetero.

¿Qué concluir de este tipo de estudios? La respuesta obvia, que los homosexuales son así porque sus cerebros se parecen a los del sexo opuesto, caería en el reduccionismo biológico. Pensar que características complejas, sobre todo humanas, pueden reducirse a meras funciones biológicas, ignorando factores ambientales, culturales o de desarrollo, es un error grave. La orientación sexual no es una característica objetiva y estable, sino una construcción biopsicosocial compleja y cambiante.

A pesar de que los sujetos de la investigación fueron elegidos con gran cuidado, cabría cuestionar si el estudio no tiene un sesgo de origen. Buscar “explicaciones” para la homosexualidad revela una convicción inicial de que se trata de algo no sólo diferente, sino anormal (o “atípico”). Después de todo, ¿para qué sirve saber las causas de que alguien prefiera acostarse con su mismo sexo, comer comida con chile o ver películas de acción? Vale la pena reflexionarlo.


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miércoles, 11 de junio de 2008

La ciencia en Bellas Artes

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 11 de junio de 2008

La ciencia sirve para comprender mejor el universo, dirán algunos. Según otros, para generar tecnología y aplicaciones que mejoran nuestro nivel de vida. Pero en el fondo, y sin negar lo anterior, todo científico sabe que se dedica a ella por el placer que otorga. Parafraseando al maestro Juan Manuel Lozano, físico de la Facultad de Ciencias de la UNAM, “ciencia es lo que ocupa a los científicos hasta avanzadas horas de la noche”.

Pero el placer de la ciencia no sólo es accesible a quien se dedica a ella: está a disposición de quien simplemente quiera conocerla y disfrutarla. Desgraciadamente, la ciencia moderna usa un lenguaje superespecializado, sólo accesible a los iniciados. Para que el público realmente pueda disfrutarla se requieren mediadores, intérpretes, igual que la música escrita necesita ser interpretada antes de poder deleitar al gran público.

Por eso, cuando mi colega y amigo Horacio Salazar, luego de más de 30 años de labor, se angustia en estas mismas páginas (5 de junio) con dudas acerca de la utilidad de la divulgación científica, quizá habría que recordar que su principal justificación, al igual que ocurre con la ciencia, es de tipo estético. Tal vez sea eso, en estos tiempos de pragmatismo galopante, lo que hace que quienes nos dedicamos a interpretar y compartir la ciencia con los demás nos sintamos a veces innecesariamente culpables, o dudosos.

Horacio observa que una nación científica y tecnológicamente avanzada como Estados Unidos padece todavía de una galopante incultura científica, tanto en su población general, que es terreno fértil para supersticiones y seudociencias de todo tipo, como entre sus gobernantes y políticos, capaces de torcer y obstaculizar el trabajo científico si así les conviene. Si eso ocurre allá, ¿qué pasará acá, donde la oferta y la demanda de divulgación científica son mucho, mucho menores?

Pero un momento: en México el promedio de lectura es bajísimo. ¿Se sigue de ello que publicar libros -o venderlos, o escribirlos- es una actividad inútil? ¿Sirve de algo hacer exposiciones de pintura y escultura, conciertos, funciones de danza? ¿Es un desperdicio tener un Instituto Nacional de Bellas Artes?

Tanto ciencia como arte son parte de la cultura y valiosas por sí mismas. Y dignas de apoyo. ¿De veras tendrán que servir para algo para ser valoradas?

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miércoles, 4 de junio de 2008

¿Leer la mente?

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 4 de junio de 2008

¿Puede una computadora entender el significado de una palabra?

A muchos todavía les parece absurda, si no insultante, la simple sugerencia de que una máquina pudiera entender algo, en el sentido en que lo hace un cerebro humano.

Y tienen razón... por el momento. Sin embargo, todo hace pensar que la situación cambiará, como muestra un trabajo publicado en la revista Science el 30 de mayo.

Investigadores del Departamento de Aprendizaje Computarizado de la Universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh, han construido un modelo de computadora que puede predecir qué áreas de un cerebro humano almacenan el significado de una palabra.

Lo que hace el modelo generado por Tom Mitchell y su equipo es predecir, con alto grado de precisión, qué áreas del cerebro se activan cuando una persona observa una palabra. Para lograrlo fue entrenado de dos maneras. Primero, se le expuso a un extenso acervo de textos en inglés, de manera que pueda aprender con qué frecuencia una palabra aparece junto a otras. Según ciertas teorías lingüísticas, el significado de una palabra en nuestro cerebro depende, al menos en parte, de las palabras junto a las que frecuentemente aparece.

El segundo paso es ofrecer al modelo computarizado las imágenes de resonancia magnética funcional de los cerebros de nueve sujetos experimentales (estudiantes universitarios), que muestran qué áreas de sus cerebros se activan al observar distintas palabras, de un conjunto de 60. Se obtuvo la imagen “promedio” de cada palabra para los nueve estudiantes (a la que previamente le “restaron” las áreas que se activan siempre, con cualquier palabra). La computadora entonces relacionó las imágenes cerebrales de cada palabra con las frecuencias de conexiones entre palabras en el idioma inglés.

Finalmente, se le pidió a la computadora que predijera la imagen de qué áreas se activarían en un cerebro al ver alguna palabra nueva, y luego se comparó la predicción con la imagen real del cerebro de los estudiantes al leer la palabra. La exactitud fue de 77 por ciento (al azar, hubiera sido 50 por ciento).

Se puede afirmar, que el modelo de Mitchell, probado de varias maneras, es una buena primera aproximación para saber qué palabra piensa una persona con sólo observar qué áreas se activan en su cerebro.

¿Leer la mente? Todavía no. Pero parece que no seguirá siendo imposible por mucho tiempo, al menos en cierta medida. Gulp.

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miércoles, 28 de mayo de 2008

Tigre resucitado

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 28 de mayo de 2008

La noticia, cubierta oportunamente por MILENIO Diario, parece sacada de Jurassic Park. Científicos de las universidades de Melbourne, Australia, y Texas lograron que genes del extinto tigre de Tasmania se reactivaran y funcionaran en células de ratón.

El tigre de Tasmania o tilacino fue un mamífero carnívoro que vivió en Australia y Nueva Zelanda, donde se extinguió hace dos mil años. Sobrevivió en Tasmania, isla al sur de Australia, hasta que por condiciones ecológicas desfavorables y por el exterminio humano desapareció a principios del siglo pasado. El último ejemplar silvestre fue cazado en 1930, y el último en cautiverio murió en 1936.

El tigre de Tasmania era del tamaño y color de un perro, y presentaba unas rayas oscuras en la parte trasera del lomo. Podía abrir la mandíbula 120 grados, lo cual le daba un aspecto temible.

Pero también era un marsupial: sus crías no nacían completamente formadas; terminaban de madurar dentro de una bolsa de la madre (no confundir con el demonio de Tasmania, otro marsupial carnívoro de la misma isla, que, por su aspecto y comportamiento violento, inspiró al personaje Taz de las caricaturas).

Los investigadores, encabezados por Andrew Pask, lograron aislar ADN de varias muestras de tejido del tigre marsupial conservadas en alcohol por más de 100 años en varios museos. Usaron técnicas similares las que usan los médicos forenses para recabar muestras de ADN en escenas de crímenes.

Luego de restaurarlas y procesarlas, eligieron un gen llamado Col2A1, y lo insertaron en óvulos de ratón, junto con un “gen marcador” que, si el gen de tigre se activaba, produciría un color azul. El gen Col2A1 controlaba a las células que producen el cartílago (condrocitos) durante el desarrollo fetal, y es muy parecido en todos los mamíferos.

Cuando los fetos de ratón crecieron, sus extremidades mostraron cartílagos azules, que luego darían origen a los huesos de las extremidades. Se confirmó así que el gen del tigre de Tasmania estaba activo, y cumplía la misma función que su equivalente en el ratón.

Revivió así un gen de un organismo extinto. Quizá en unos años pueda resucitarse alguna de las especies que diariamente desaparecen en el planeta. Tal vez no dinosaurios, pero si tomamos en cuenta que contamos con ADN bien conservado de mamuts y de hombres de Neanderthal, las perspectivas que este logro abre son fascinantes.

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miércoles, 21 de mayo de 2008

Ciencia sexual

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 21 de mayo de 2008

“Que nadie vea disminuidas sus libertades a causa de las creencias religiosas de otra persona”, plantea el Centro para la Indagación (Center for Inquiry), asociación estadunidense que promueve el pensamiento científico y humanista, al comentar la decisión de la Suprema Corte de ese país de aprobar las bodas entre individuos del mismo sexo.

Mientras, en México la primera boda entre transexuales tuvo que hacerse a través de un hueco legal (fue posible porque un hombre se casó con una mujer, finalmente) y entre protestas de la Iglesia católica: Hugo Valdemar, el homófobo vocero de la Arquidiócesis de México, declaró que la boda es “un ataque a la familia tradicional” y “una perversión de la sociedad”.

Afortunadamente, en el mundo de la ciencia hay menos prejuicios contra el sexo. Así, la revista Nature puede reportar que una compañía productora de condones (la inglesa SSL, fabricante de la marca Durex) ha desarrollado una máquina que simula una relación sexual para probar la resistencia de sus productos.

Los condones normalmente se prueban inflándolos, circunstancia no muy similar a su uso real. Por ello, Durex desarrolló una máquina que hace que el condón penetre repetidamente en un orificio de diámetro variable, cuya lubricación también puede variarse.

Así se descubrió que las rupturas suceden no debido a fallas en la manufactura, sino a que las insistentes acometidas van estirando progresivamente una zona cercana a la punta del condón, hasta romperlo.

Por su parte, la revista Scientific American Mind, en su número de abril, ofrece un reportaje sobre el orgasmo, enfocado no desde el punto de vista fisiológico, como es tradicional, sino cerebral. Comenta descubrimientos recientes que han sido posibles gracias a las técnicas de visualización cerebral in vivo, como la tomografía por emisión de positrones (PET).

Realizando estudios con hombres y mujeres, han descubierto que áreas del cerebro relacionadas con la percepción de riesgos, como la amígdala, se “apagan” durante el orgasmo. Y que en las mujeres el “apagón” es más generalizado, pues también se inactivan áreas relacionadas con el control de los impulsos, los juicios sociales y el razonamiento moral.

Ya se sospechaba, pero hoy se sabe: para gozar un buen orgasmo, hay que perder el control. ¿Lo entenderán algún día los moralistas que preferirían reprimir toda manifestación del placer y la libertad sexual?

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miércoles, 14 de mayo de 2008

Ingeniería de enzimas

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 14 de mayo de 2008

Puede que el ADN, con su forma de doble hélice, sea la molécula más bonita. Pero si se trata de hacer, no de lucir, las enzimas se llevan el primer premio.

Estas proteínas, producto de millones de años de evolución, llevan a cabo todas las funciones de los seres vivos, desde copiar el ADN hasta la digestión, el movimiento y el pensamiento. Las enzimas son catalizadores biológicos: aceleran las reacciones químicas.

¿Cómo lo logran? Si la reacción química consistiera en tirar a alguien de la cama (¿quién no ha estado en tal situación?), uno tendría que empujar a la persona hasta el borde del colchón. Si empujamos más, hay un momento en que está a punto de caerse, pero si no se hace un pequeño esfuerzo más, el cuerpo se regresa y no cae. Ese sería el estado de transición de la reacción química. Lo que hacen las enzimas es estabilizar el estado de transición, haciendo que sea más fácil dar ese último empujoncito.

Desgraciadamente, hay reacciones químicas que no existen en la naturaleza, pero que a los humanos nos interesaría mucho acelerar. ¿Ejemplos? La desintegración de residuos plásticos, o la conversión de los tallos y hojas de plantas como el maíz –y no de sus granos, que son necesarios como alimento– en biocombustibles… las posibilidades son muchísimas.

Por ello, desde hace décadas los biólogos moleculares se han empeñado en desarrollar la llamada “ingeniería de proteínas”. Pero sólo hace poco se comienzan a tener logros verdaderamente prometedores. En las revistas Science (7 de marzo) y Nature (8 de mayo), el grupo de investigadores coordinado por David Baker, de la Universidad de Washington, publicó dos artículos que describen el diseño por computadora de enzimas artificiales que catalizan dos reacciones que no ocurren en la naturaleza.

Para lograrlo, combinaron avanzados métodos que requieren un análisis mecano-cuántico del estado de transición de cada reacción, el diseño de cientos de posibles proteínas que catalicen la reacción, y métodos de “evolución dirigida” para elegir los mejores candidatos y aumentar su eficiencia.

Las enzimas obtenidas aceleran las reacciones un millón de veces (las naturales, miles de millones). Se trata de un primer paso muy prometedor. Con suerte, en unos años quizá la ingeniería de enzimas ayude a resolver los problemas ambientales, alimentarios y energéticos que enfrentará la humanidad.

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miércoles, 7 de mayo de 2008

En la punta de la lengua

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 7 de mayo de 2008

¿Cómo se llama el alemán ese..? ¡Alzheimer! Es buen chiste, pero no se necesita padecer esta terrible enfermedad para sufrir lo que los especialistas llaman estados “en la punta de la lengua”… Usted sabe: esas desesperantes ocasiones en que uno sabe exactamente qué palabra está buscando, incluso con qué letra comienza, pero no puede decirla.

Los científicos, esos curiosos profesionales, se interesan en el fenómeno, pues ayuda a entender cómo nuestro cerebro realiza una de sus funciones más complejas, pero que más damos por sentado: el habla. En la revista American Scientist, la psicóloga Lise Abrams describe investigaciones que ella y otros realizan para entender un poco mejor, a través del fenómeno “punta de la lengua”, el habla humana.

Ésta consta de varias fases: primero, se tiene una idea abstracta y no verbal de lo que se desea decir. Después, el cerebro selecciona el léxico (vocabulario) que se usará para comunicar el mensaje. Luego, construye un “lema”: la frase, gramaticalmente correcta, que comunique el significado. Finalmente, se ordena a los músculos correspondientes que produzcan los sonidos (fonología) que darán forma al mensaje hablado.

En los estados “punta de la lengua”, el cerebro elige el lema (por eso sentimos que “sabemos” qué palabra tenemos atorada), pero no logra producir su fonología.

Usando computadoras, los investigadores han desarrollado un método sencillo para explorar qué ocurre en estos casos. Se le hacen preguntas a un sujeto hasta que encuentre una palabra que “sabe”, pero no puede articular. Entonces, se le muestra una lista de palabras que pueden o no estar relacionadas con la palabra “atorada”. Se ha descubierto así que palabras cuya primera sílaba coincida con la buscada ayudan a resolver el problema, pero no así las palabras que compartan otras sílabas, o sólo la primera letra.

Los estados de “punta de la lengua” son comunes y normales: los resolvemos varias veces al día. Pero se vuelven más frecuentes y molestos con la edad, especialmente después de los 70 años. Y pueden convertirse en un problema, pues los ancianos que los padecen pueden sentirse torpes e incluso comenzar a hablar menos, aislándose.

Desgraciadamente, las investigaciones de Abrams no indican ninguna terapia que pueda ayudar. Por lo pronto, lo único que sirve es distraerse un poco y esperar a que la palabra aparezca sola. ¡Ni modo!

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miércoles, 30 de abril de 2008

Evolución pirata

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 30 de abril de 2008

La piratería puede definirse como apoderarse de un trabajo desarrollado por otros y aprovecharlo para beneficio propio.

En el mundo del espionaje industrial esto sucede
con cierta frecuencia, pero no sólo ahí: también en la evolución biológica hay casos de piratería.

Los más sonados son el cloroplasto y la mitocondria. Se trata de los organelos de las células eucariontes (que tienen núcleo, como las de animales y plantas) que llevan a cabo, respectivamente, la fotosíntesis (convertir la energía solar en energía química, transformando agua y dióxido de carbono en alimentos) y la respiración aeróbica (quemar alimentos usando oxígeno para extraer la energía química que almacenan, produciendo agua y dióxido de carbono).

Tomando en cuenta que la evolución normalmente avanza de manera gradual, por la acumulación de muchísimos pasos pequeños, uno esperaría que cloroplastos y mitocondrias se hubieran ido desarrollando paulatinamente, en un tiempo muy largo. Pero no: aparecieron de manera súbita, por un gran salto evolutivo.

Varias pistas llevaron a esta conclusión. Observadas con un microscopio, cloroplastos y mitocondrias tienen tamaño y aspecto parecido a las bacterias (células procariontes, sin núcleo, más pequeñas y antiguas que las eucariontes). En particular, se parecen a ciertas bacterias que realizan la fotosíntesis (cianobacterias) y a otras que realizan la respiración aeróbica.

Pero además, se encontró que estos organelos tienen sus propios genes, independientes de los del núcleo celular. Estos genes están contenidos en un cromosoma circular, como el de las bacterias (y no lineal, como en los del núcleo eucarionte). Los cloroplastos y mitocondrias son, también, sensibles a ciertos antibióticos que actúan contra las bacterias, pero no contra células eucariontes.

Con estas y otras pruebas, la conclusión se volvió inevitable: en algún momento de la evolución, los cloroplastos y las mitocondrias fueron bacterias libres, que fueron “secuestradas” y mantenidas como rehenes celulares por una primitiva célula con núcleo.

El proceso se conoce como “endosimbiosis”, y es una de las maneras en que, a veces, la evolución da saltos repentinos. No sé si en el mundo de los negocios las “adquisiciones hostiles” puedan ser benéficas. En el mundo biológico, parecen haber funcionado bastante bien.

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miércoles, 23 de abril de 2008

Aborto y argumentos

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 23 de abril de 2008

La Suprema Corte discute la posibilidad de echar atrás la ley que despenaliza el aborto en el DF hasta las 12 semanas de embarazo. Buen momento para repasar los argumentos que apoyan esta ley.

Los alegatos presentados por la Procuraduría General de la República y la Comisión Nacional de Derechos Humanos se basan en la idea de que la vida comienza con la concepción: el aborto vulneraría el derecho del “no nacido” a la vida. Tal visión deriva de la creencia religiosa de que en el momento de la fecundación aparece una nueva persona humana, poseedora de un alma inmortal.

Pero hay dos maneras de abordar fenómenos tan asombrosos como el de la vida humana: una es la visión mágica (espiritual, mística… sobrenatural), que los ve como “milagros” que ocurren de pronto, y que son inexplicables y “sagrados” (en el sentido de “intocables”). El otro enfoque es el natural (racional, científico), que busca entenderlos, y que es muy confiable, pues funciona en la práctica. Estudiados así, descubrimos que estos fenómenos no aparecen de repente, sino que se desarrollan paulatinamente a través de procesos complejos.

Los humanos nos caracterizamos por tener una mente consciente que constituye nuestro “yo”. Sin ella, no hay persona. Cuando hay muerte cerebral o coma irreversible, se considera que pueden desconectarse los aparatos que mantienen la vida sin cometer homicidio. Igualmente, hay una larga etapa en el desarrollo fetal, antes de que haya un cerebro y un sistema nervioso capaces de mantener las funciones conscientes (lo cual ocurre después de las 20 semanas), en que no puede hablarse todavía de “persona”: sólo de un organismo en desarrollo.

Otra objeción es la posibilidad de que el feto sufra, pero se sabe que la capacidad de sentir dolor no aparece antes de las 24 semanas, según estudios hechos con fetos prematuros a los que se les realizaron electroencefalogramas.

Si a las 12 semanas no hay persona cuyos derechos vulnerar, y si el feto no puede sentir dolor, es claro que tal plazo para abortar es razonable. La ley que despenaliza el aborto reconoce el derecho de las mujeres a decidir si quieren o no continuar con un embarazo, y favorece su salud al permitirles hacerlo en condiciones seguras. Esperemos que los ministros actúen, al menos por esta vez, con justicia y sabiduría.

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miércoles, 16 de abril de 2008

El gen gandalla

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 16 de abril de 2008

Gandalla: que se aprovecha de cualquier situación
para beneficiarse a expensas de otro.

Siempre que se habla de la influencia de los genes sobre el comportamiento humano hay que andarse con pies de plomo, pues es fácil llegar a excesos y amarillismos.

No obstante, un grupo de investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, encabezado por Richard Ebstein, acaba de anunciar el descubrimiento del “gen de los dictadores” (revista Genes, brain and behaviour, abril 2008).

Partiendo de la razonable suposición de que el comportamiento altruista en humanos debe tener alguna base biológica (en la anatomía o fisiología cerebrales, y por tanto quizá en los genes), Ebstein se enfocó en buscar alguna correlación entre el comportamiento altruista o egoísta de 208 voluntarios y la versión de un gen específico que cada uno poseía. El gen escogido, el de un receptor de arginina y vasopresina (AVPR1a), ha sido relacionado con el comportamiento altruista y “prosocial” en algunas especies de mamíferos.

El método consistió en hacer jugar por internet a los voluntarios, en parejas, el llamado “juego del dictador”, en que uno de ellos (el “dictador”) recibía 50 shekels (alredor de 150 pesos) y podía decidir si los compartía o no con el otro jugador (el “receptor”), a quien no conocía. Resultó que 18 por ciento de los dictadores resultaron gandallas, pues descaradamente se quedaron con todo el dinero. Alrededor de una tercera parte compartieron la lana mitad y mitad, y sólo seis por ciento eran Madres Teresas que regalaron todo.

A continuación, los investigadores examinaron los genes AVPR1a de cada jugador, y encontraron una fuerte correlación: quienes tenían versiones cortas de este gen tenían más probabilidad de comportarse como gandallas en el juego que quienes tenían versiones largas.

Por supuesto, esto no quiere decir que ya se conozca el gen que hace que existan dictadores que se aprovechan de su pueblo sin importar su sufrimiento. En la revista Nature, el experto en juegos Nicholas Bardsley afirma que quizá lo que se está observando no es una correlación del gen con la gandallez de los voluntarios, sino con su interés por meterse de lleno en el juego.

En todo caso, habrá que esperar antes de sacar conclusiones y suponer que bastará un examen genético para descartar a los políticos con tendencias gandallas. Pero, ¡qué bonito sería!

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miércoles, 9 de abril de 2008

La pesadilla de Fleming

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 9 de abril de 2008

La serendipia —los descubrimientos accidentales— son fuente de grandes avances científico-técnicos.

Ejemplo clásico es la penicilina, hallada en 1928 (¡hace 80 años!), por el escocés Alexander Fleming, y que revolucionó la medicina a partir de su producción masiva en los años 40. Desde entonces, el tratamiento de muchas infecciones antes mortales se convirtió en cuestión de inyecciones o pastillas.

Desgraciadamente, inició nuestra carrera armamentista contra las bacterias que causan enfermedades, pues la selección natural hace que el uso masivo –muchas veces el mal uso– de antibióticos elimine a las bacterias sensibles, y vaya así escogiendo a las mutantes resistentes. Resultado: muchas bacterias son inmunes a varios antibióticos simultáneamente.

El problema adquiere nuevos matices con un inesperado descubrimiento (nuevamente la serendipia) anunciado la semana pasada por el equipo de George Church, de la Escuela Médica de Harvard (Science, 4 de abril), que confirma la frase de Pasteur: “la suerte favorece sólo a la mente preparada”. Buscando bacterias capaces de convertir la celulosa de desechos agrícolas en biocombustibles (en un campo fertilizado con estiércol de vacas que consumían regularmente antibióticos) hallaron algunas que no sólo sobrevivían, sino proliferaban.

Resultó que estas bacterias, además de sobrevivir a los antibióticos, se alimentan de ellos, usándolos como única fuente de carbono. Ante esto, los investigadores cambiaran el enfoque de su estudio para analizar las bacterias de 11 muestras de distintos suelos (urbanos, de granjas y de parajes boscosos no tocados por el ser humano en 100 años). El resultado: en todos ellos se hallaron bacterias capaces de alimentarse de antibióticos, y no sólo eso: prácticamente todas ellas eran además resistentes a varios antibióticos (en promedio, a 17).

Aunque ninguna de las bacterias halladas produce enfermedades en el humano, la existencia de esta verdadera reserva de genes de resistencia en todo tipo de suelos es preocupante, debido a la bien conocida capacidad de las bacterias para intercambiar información genética entre ellas.

En resumen, Darwin pone en problemas a Fleming: este hallazgo imprevisto muestra que, si no queremos perder la lucha contra las bacterias patógenas multirresistentes, urge acelerar el desarrollo de nuevos antibióticos.

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miércoles, 2 de abril de 2008

El pico del calamar

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 2 de abril de 2008

"Estudia la pata de la mosca”, es la frase clásica que se usa para insinuar que la ciencia estudia cosas inútiles.

El malentendido es común, pero ignora que los avances científico-técnicos que nos permiten gozar de las comodidades de la vida moderna son muchas veces producto de investigaciones “básicas”, sin ninguna utilidad práctica… Aparentemente, porque la serendipia, el descubrimiento de tesoros inesperados cuando se busca otra cosa, es un fenómeno frecuente en la investigación científica.

Un ejemplo es el reciente estudio sobre el pico del calamar de Humboldt, o Dosidicus gigas, que se pesca en la costa del Pacífico, de Baja California a Sudamérica.

Este calamar, que llega a medir dos metros y pesar 45 kilos, cuenta —como todos los calamares— con un pico rígido con el que puede despedazar a sus presas… y en ocasiones, atacar a humanos (se le conoce como “diablo rojo”).

El equipo de Herbert Waite, de la Universidad de California en Santa Bárbara, decidió estudiar (Science, 28 de marzo) un problema de biomecánica: ¿cómo puede un calamar, que no tiene huesos, utilizar su pico sin dañar sus propios tejidos blandos? (Waite comparó el problema a utilizar una navaja afilada cuyo mango fuera de gelatina.)

Analizando la composición química y la estructura molecular del pico, hallaron que está formado por tres componentes: el polisacárido quitina, que forma las conchas de los moluscos y los exoesqueletos de los insectos; una proteína con alto contenido del aminoácido poco común L-dopa, y agua.

Pero lo interesante fue que descubrieron que la composición del pico varía a lo largo de su longitud: en la afilada punta es más duro, con alto contenido de proteína y bajo de agua y quitina.

En la base, en cambio, predominan estas últimas, y la proteína es más escasa. Este aumento paulatino de la flexibilidad hacia la base permite que las fuerzas generadas cuando se corta un material se disipen a lo largo del pico, sin dañar el tejido blando de la boca del calamar.

Aunque pudiera parecerlo, el estudio no es algo interesante pero inútil: podría tener aplicaciones en el campo de la biomimética.

La composición del pico podría imitarse para generar prótesis duras que no dañen los tejidos blandos en que se apoyan.

La próxima vez que coma chipirones, recuerde que además de sabrosos pueden ser fuente de nuevos materiales.
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miércoles, 26 de marzo de 2008

Acariciar al fantasma

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 19 de marzo de 2008

El escritor de ciencia ficción Larry Niven creó un personaje llamado Gil Hamilton, un detective del siglo 21 que, tras perder un brazo, descubre que posee un “brazo fantasma” con el que puede mover cosas, golpear maleantes y atravesar paredes.

En la realidad, el fenómeno de los miembros fantasma es menos fantástico, pero igual de sorprendente. Se trata de la sensación, que experimentan de 50 a 80 por ciento de quienes han sufrido una amputación, de contar todavía con el miembro perdido. Puede manifestarse como comezón, movimientos involuntarias del miembro fantasma, o incluso calambres y dolores. Un problema para quienes lo padecen.

No está completamente claro qué causa los miembros fantasma. Se pensaba que se debían a que los nervios del muñón seguían enviando impulsos al cerebro, pero las investigaciones del neurólogo Vilayanur Ramachandran, de la Universidad de California en San Diego, han mostrado que se deben más bien a una reorganización cerebral que ocurre luego de la amputación: las neuronas de las áreas de la corteza que recibían impulsos del miembro amputado comienzan a “invadir” áreas vecinas que responden a señales de otras partes del cuerpo.

Por ejemplo, la parte de la corteza que corresponde a la cara está cercana a la dedicada a las manos, por lo que al recibir un estímulo en la mejilla, un paciente amputado podría tener sensaciones en su miembro fantasma.

Recientemente, Ramachandran encontró (New Scientist, 20 de marzo) una sencilla e inesperada terapia para tratar el dolor en miembros fantasma: el masaje. Obvio, pero ¿cómo masajear un miembro inexistente? La respuesta: a través de las neuronas espejo.

Resulta que estas células cerebrales, que se activan cuando uno realiza alguna acción física, pero también cuando observa a otro realizarla, y que nos ayudan a interpretar las acciones de los demás (se las considera fundamentales para la imitación, el aprendizaje y la empatía), permiten que un paciente con dolor sienta alivio al observar a otra persona darse masaje en su extremidad correspondiente.

¿Extraño? Quizás, pero Ramachandran halló que es útil para algunos pacientes amputados que presentan un miembro fantasma molesto. Gracias a las neuronas espejo, si no pueden usar su miembro fantasma como Gil Hamilton, al menos pueden evitar que les cause molestias.

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miércoles, 19 de marzo de 2008

Ciencia, ¿para qué?

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 19 de marzo de 2008

Ayer 18 de marzo, la expropiación petrolera que dio origen a Pemex cumplió 70 años.

En 1938, el país entero se unificó para defender su patrimonio y hacer lo necesario para aprovechar nuestra riqueza petrolera. Se reconoció que, si no teníamos la capacidad científica y técnica para manejar la industria petrolera, había que desarrollarla. La Escuela Nacional de Química Industrial (fundada en 1916, hoy Facultad de Química de la UNAM) aportó los primeros ingenieros químicos, que se multiplicaron cuando la carrera se abrió también en el Instituto Politécnico Nacional, creado en 1936 para contribuir al ideal cardenista de reconstrucción nacional.

La expropiación fue un reto mayúsculo para los ingenieros químicos mexicanos. Hubo accidentes, fracasos y mucho aprendizaje. Pero el conocimiento del que se carecía se desarrolló, fortaleciendo la industria petroquímica y logrando que el petróleo llegara a ser la principal fuente de ingresos del país. En 1965, y para seguir contribuyendo a la investigación básica y aplicada relacionadas con la extracción y refinación, se creó el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) como un “organismo descentralizado de interés público y preponderantemente científico, técnico, educativo y cultural”, cuya función sería “buscar la independencia científica y tecnológica en el área petrolera”.

¿Qué panorama tenemos hoy? Más allá de los graves problemas de corrupción e ineficiencia sindical, burocrática, hacendaria y legislativa, vemos que el proyecto del IMP ha sido abandonado, al igual que la investigación científica y tecnológica petrolera de avanzada. Un día logramos ponernos al nivel mundial. Hoy el discurso oficial es de fracaso adelantado: en vez de desarrollar tecnología propia, se nos presenta como única alternativa recurrir a la extranjera. Y se plantea que para ello hay que hipotecar la riqueza petrolera.

¿Podría ser diferente si invirtiéramos en la misma ciencia y tecnología que permiten que otros países sean hoy los que venden, dominan y se enriquecen? No lo sabremos a menos que haya un cambio drástico de rumbo.

Mientras tanto, la presencia de estudiantes en un campamento guerrillero da pie para que se lance un ataque despiadado contra la UNAM y en general contra la educación pública. No sólo no entendemos para qué sirve la ciencia, ni sabemos utilizarla: hoy la despreciamos. Si seguimos así, un triste destino nos espera.

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